Hay que leer a Juan Cruz. Para bien o para mal hay que leerlo. Aunque solo sea para leer lo que no se debe leer. Hay que conocer lo que piensan y trasladan los intelectuales del momento. Porque hoy día se habla de tantas cosas que un lector inconsciente, o inculto, puede sacar conclusiones erróneas. Hoy día, da la impresión de que «todo vale», cuando en realidad no vale absolutamente nada. Me ha pasado recientemente con un artículo de Juan Cruz sobre María Zambrano, «Ceniza y luz de María Zambrano» se titulaba. Ah, si la Zambrano viviera. Si levantara la cabeza y leyera a Juan Cruz, o a Colinas, o a Rogelio Blanco. Estoy seguro de que la agacharía prontamente y se volvería a esconder.

Este verano coincidí en el hotel al que nos mandó la entidad organizadora de unos actos, con un escritor. Uno más de los miles que inundan los escaparates de las librerías. Él, con sinceridad y un poco de sorna, reconocía que había tenido suerte. Uno de sus libros recibió, con los honores propios de un marketing bien pagado, con posicionamiento y con alevosía, un premio importante. Y vendió algo (ya se miente hasta en los libros vendidos, colocan solapas de segunda y tercera edición a las devoluciones de las distribuidoras).

Pues eso, una editorial de prestigio, la pasta y el movimiento. Y nuestro intelectual reconociendo que había tenido suerte. El libro ni siquiera es mediocre, es malo (él lo definía así con esa media sonrisa de la hipocresía), pero recibió abundantes críticas y fue elevado al canon filológico.

«Y ahora -me decía con cierta vergüenza- todo lo que escribo vale. Me piden libros todas las grandes. Escriba una mierda o un plagio, todo lo que creo vale. Ya todo vale». Esta es la literatura del momento, la del falso intelectual. La literatura de la mentira y el vacío.