El profesor Díez de Revenga considera a Hernández «un significativo eslabón en la prolongada cadena de la poesía de tipo tradicional elaborada por autores cultos con intuición expresiva y emocional momentánea, surgida como reflejo de una intimidad auténtica», aunque lo cierto es que donde se aprecia más espontánea originalidad es en el libro ‘Cancionero y romancero de ausencias’, al que se le dedica el capítulo 14 en atención a la «Vanguardia e imágenes visionarias». Este poemario corresponde a la última etapa lírica de Hernández y permite que el estudioso escriba (pág. 235): «Parece como si el poeta se hubiese desnudado de retóricas y artificios para alcanzar con su palabra poética cotas de sinceridad nunca antes conseguidas». Una vez más, interesantísima y rica aportación crítica del catedrático de la Universidad de Murcia, para quien, con sus comentarios y puntualizaciones biográfico-literarias, en Miguel Hernández «importa mucho el nuevo concepto de la imagen creadora, surgida de su ansia de superar la realidad real para crear una realidad poética nueva, en cuyo proceso tiene mucho que ver los gestos y los atrevimientos de la vanguardia ya consolidada […]».

Redondear un estudio como este, intenso, profundo, plural y abarcador de la obra literaria de un poeta tan universal y genuino, exige al autor del ensayo concluirlo con tres artículos de una oportuna e imprescindible contextualización: uno será el de «Tres poetas levantinos», en referencia a la amistad sobre el poeta de Orihuela y los escritores cartageneros Carmen Conde y Antonio Oliver, junto al murciano Miguel Valdivieso Belmás; otro, el que trata sobre «Poetas españolas de posguerra», que reúne el comentario sucinto sobre un conjunto de poemas recogidos en 1975 por María de Gracia Ifach en su ‘Homenaje a Miguel Hernández’, poemas que pertenecen a autores como Jorge Guillén, Alberti, Aleixandre, Celaya, Victoriano Crémer y otros de semejante categoría poética. La admiración de todos ellos llega a cotas de veneración en estas palabras de 1942 de Aleixandre: «Muerto está Miguel, que fue mi amigo. Aquel relámpago de mi vida, aquel amor contemporáneo de mi amistad con Miguel, me trajo la experiencia de su cariño hermoso». Por eso María de Gracia Ifach pudo añadir que «la figura de Miguel Hernández permanece por encima del tiempo, vivo en el recuerdo de estos poetas y mostrando cada día la lección indeleble de su original y sincera obra poética». Y es esta afirmación la que permite que Díez de Revenga cierre su libro con quince páginas finales tituladas «Vigencia y universalidad». Su texto es la demostración de la valía literaria de «uno de los poetas más interesantes que ha dado la literatura del siglo XX en España», y sin duda es, asimismo, la justificación de todo este libro que, en su unicidad y univocidad, representa la constante dedicación que a Miguel Hernández le ha otorgado Diez de Revenga en la seguridad de que su poesía es el rayo luminoso que no cesa.