‘Los perros de la eternidad’. Autor: Alejandro López Andrada. Editorial: Almuzara. Córdoba, 2016

La historia de Los perros de la eternidad se desenvuelve en Córdoba. Su protagonista, Moisés Bermúdez, nos narra la vida de su familia y su entorno, nos la cuenta desde un hospital donde está en coma, dice: «Aunque no logro hablar y estoy paralizado, todo en mí se va urdiendo de un modo transparente, voy penetrando, nadando en mi conciencia, y esto me lleva a un plano reflexivo donde engarzo sin prisa las luces con las sombras, lo bueno y lo malo que experimenté hasta hoy».

Singular novela, este personaje no sólo está enfermo físicamente, su vida interior está habitaba por el daño, el odio y el desafecto. Como una terapia vierte todos los acontecimientos que le han sucedido. Alejandro López Andrada con su pluma ágil y rica en palabras encendidas, nos presenta unos episodios extraordinarios, algunos apagados, pero que aún tienen rescoldos, inimaginables de poder sobrellevar por su crudeza si no es gracias a su lenguaje lírico, identidad de la literatura de este escritor cordobés, que reblandece con sus palabras los hechos que aquí acaecen.

En este volumen se recogen muchos lugares con memoria donde el olvido no existe. Con la técnica de la analepsis nos traslada, una y otra vez, desde el momento actual al mundo de una generación, la del tardofranquismo, que vivió desencantada y que ahora vuelve a repetirse. A través del flash-bach nos transporta por los distintos escenarios donde transcurren los hechos.

López Andrada (Villanueva del Duque, 1957), ha publicado los poemarios El Valle de los Tristes (1985), La tumba del arco iris (1994), El rumor de los chopos (1996), Los pájaros del frío (2000), La tierra en sombra (2008), Las voces derrotadas (2011) y Los ángulos del cielo (2014). Ha recibido, entre otros premios, el Nacional San Juan de la Cruz, el Rafael Alberti, el José Hierro o el Andalucía de la Crítica. Ha escrito poesía infantil, tres ensayos narrativos y once novelas, una de las cuales, El libro de las aguas (2007), fue adaptada al cine por Antonio Giménez-Rico. Tras El jardín vertical (2015) y Entre zarzas y asfalto (2016), resulta con Los perros de la eternidad ganador del Premio Jaén de Novela.

La novela está estructurado en quince capítulos, todos con títulos significativos. López Andrada nos pasea por Córdoba, por todas sus calles, sus tabernas, percibimos el arraigo a su tierra, donde observa de una manera apasionada su entorno rural, natural y lo hace con su lenguaje fieramente poético, repleto de descripciones bellísimas, donde sabe transmitirnos a través de sus imágenes hasta el perfume de los eucaliptos que todo el tiempo están presentes en la atmosfera de los relatos, incluso lleva incorporada en esta ambientación banda sonora (Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin...), nos describe a numerosos personajes (Jesús el Poeta, Ángela, Hugo, Vasili, Genoveva, Anastasia, Elvira, su padre, a su tío Eladio), que rodean al protagonista en sus idas y venidas en el tiempo. Nos va dando pinceladas como si fuera un cuadro, unas demasiado oscuras, pero que matiza con sombras alargadas para luego con la retórica de su voz dejar entrar la luz. No faltan secretos, misterios, con cicatrices mal curadas que la tristeza envuelve. López Andrada nos lleva cabalgando toda la novela de un lado para otro pero sin poder descansar, con un galope sereno pero firme.

Es un monólogo interior con exteriores. Hasta el tercer capítulo no hay ningún avance de su secreto, por lo que nos tiene abstraídos. Su escritura es comprometida, denuncia a la iglesia con el mundillo de las cofradías y hermandades, al franquismo, los desahucios actuales, y el éxodo de los refugiados sirios.

No faltan alusiones al mundo de la cultura, Antonio Machado, Pío Baroja, Federico García Lorca, Pablo García Baena, Antonio Colinas, también cita el Festival de Poesía Cosmopoética.

Es la novela de homenaje a Córdoba, hace que nos rememore lugares emblemáticos de la literatura, el lago que nos simboliza Unamuno en San Manuel bueno, mártir, los campos machadianos, Comala, está ahí tal cual la deshabita Rulfo, están los prodigios de la ciudad de Barcelona, de Mendoza, esa lluvia amarilla, de Llamazares, espacios que en su novela el escritor se detiene cuando él considera.

Son los fragmentos de una vida donde afloran los silencios, y reflexiona sobre el paso del tiempo y la llegada de la muerte. Toda una filosofía de la existencia que hilvana, y que López Andrada transforma con su maestría en un tratado de humanismo.