«La vida consiste en un incesante movimiento, cuya salvaje armonía es imposible que capten los cobardes. Consiste en un paisaje siempre desconocido y opulento e inabarcable, que excede las intenciones de los pacatos y los tristes. No seáis perdedores de antemano; no empecéis por ceder antes de la batalla. Rebelaos. Estáis llamados a la felicidad más alta: ser escritores, escultores, pintores, músicos, creadores en una palabra. No os conforméis con esa felicidad en calderilla que proporciona el atenerse a las humildes normas cotidianas, ellas sí complacientes y raídas...». Con estas palabras, Antonio Gala se despedía de los doce miembros de la decimosexta promoción de jóvenes creadores que terminaron su paso por la Fundación del escritor en mayo de 2018. Ya residen en el antiguo convento del Corpus Christi otros trece jóvenes, que conforman la decimoséptima promoción.

Desde octubre de 2002, cuando abrió sus puertas la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, han sido más de doscientos cincuenta los beneficiarios de sus becas de residencia, la actividad principal de la Fundación del escritor, que con su puesta en funcionamiento vio cumplidos sus deseos de crear «una comunidad pitagórica» de jóvenes creadores de diferentes ámbitos que se apoyaran y enriquecieran recíprocamente. El propio Gala lo decía así antes de inaugurar su Fundación: «En el convento del Corpus Christi, construido y crecido biológicamente en Córdoba en el siglo XVII, donde durante siglos se levantó la reflexión y el amor más espiritual, se instalarán las ansias, los deseos, los proyectos, el temblor y la luz de jóvenes creadores que llevarán después, vayan adonde vayan, el fértil recuerdo de su estancia. De ahí que el lema de la casa sea un versículo del Cantar de los Cantares: «Pone me ut signaculum super cor tuum». Y así, cuando el éxito, o la mejor plenitud, los embarguen, podrán reconocerse unos a otros. Porque en el mismo lugar se sedimentó y floreció su arte, se produjo y alumbró su solidaridad, se codeó con otros su inspiración, y los invadió la hermosura de la misma ciudad y las caricias exteriores e interiores de un clima semejante. Con todo el fervor de mi corazón así anhelo que sea. Entre otras razones porque no conozco mejor inmortalidad que la de ser recordado, con afecto y respeto, por quienes nos sucedan». Siempre ha dicho Gala, sin ningún titubeo, que su Fundación es su mejor obra. Una afirmación que resulta categórica en un creador tan versátil, que durante años ha cultivado todos los géneros literarios. Y es ésta, su Fundación para Jóvenes Creadores, la obra de la que más orgulloso se siente: una obra que ha levantado desde su generosidad -es su heredera universal- en Córdoba y para ser proyectada desde Córdoba a todo el mundo. De hecho, por la Fundación han pasado creadores de toda España, México, Argentina, Perú, Colombia, Uruguay, Ecuador, Costa Rica, Marruecos, Polonia, Ucrania, Alemania, Suiza, Estados Unidos, Japón y Taiwán. Los únicos requisitos que se exigen a los creadores para acceder a las becas de residencia de la Fundación Antonio Gala es tener entre 18 y 25 años y hablar español. Además, por supuesto, de proponer un proyecto creativo para los meses que dura el periodo de la beca lo suficientemente atractivo para convencer en una entrevista personal al comité que realiza la selección. Y, naturalmente, la solvencia personal e intelectual para poder llevar a cabo con éxito ese proyecto en la residencia.

La selección de los creadores no es fácil, ya que las solicitudes llegan a cientos para cada uno de los cursos y muchas de ellas reúnen la calidad e innovación suficiente para disfrutar del espacio y el tiempo necesarios para llevarlos a cabo: no podemos, desgraciadamente, atender todas las solicitudes que lo merecen. Me gusta decir esas palabras: en la Fundación Antonio Gala ofrecemos el espacio y el tiempo para que la creación pueda realizarse. Pero, siendo fundamentales, no son lo más importante que la Fundación ofrece a sus residentes. Lo realmente importante, el signo distintivo de estas becas de residencia, es la convivencia con otros creadores del mismo o distinto ámbito creativo, que es lo que procura el mayor enriquecimiento de la obra artística, literaria o musical: es lo que Antonio Gala denomina la «fecundación cruzada»: «la recíproca enseñanza, el compartido crecimiento...». Y para que eso se produzca, se exige, además de actitud y aptitud, un esfuerzo continuado y generoso con los demás creadores, porque todo lo que cada uno de ellos pone en su obra, también es útil para la de los demás, y a menudo se refleja en las creaciones de los demás, que no son del todo ajenas. Antonio Gala habló de los efectos de la «fecundación cruzada» en la inauguración del curso 2015-2016 de su Fundación: «Cumplíos como sois, porque para eso os recibimos. No para daros, sino para que nos deis. No para cambiaros, sino para que seáis más cada uno que nunca, más vosotros que nunca. Porque de nuestra diferencia se enriquece esta casa, y con el trabajo de cada uno se multiplica el trabajo de todos. De vuestra convivencia aquí va a depender el mañana de todos. Un mañana que nos va a llenar de orgullo: a vosotros, a Córdoba y al mundo, de cuyos muy distintos lugares llegáis hoy».

ARTISTAS RECONOCIDOS

El trabajo bien hecho, continuado y generoso con los demás suele producir resultados, hasta en un mundo tan difícil en la actualidad como el de la creación. Por eso muchos de los jóvenes creadores que han pasado por las estancias de la Fundación Antonio Gala en los últimos dieciséis años han logrado establecerse y ser considerados en la literatura, el arte o la música. No debo personalizar porque todos ellos tienen mi consideración y muy probablemente me dejaría algún nombre atrás. Pero sí diré que muchos galardones importantes de todos los ámbitos de la creación en España han recaído en los últimos años en hombres y mujeres que han pasado por el antiguo convento del Corpus Christi de Córdoba: desde el Premio Adonáis, el Hiperión, el Loewe, el Loewe a la creación joven, el Ojo Crítico o el Premio de Poesía Joven de RNE, todos ellos sólo en el ámbito de la poesía; el Premio Hispanoamericano de Relatos Gabriel García Márquez, el Premio de Literatura de la Unión Europea, el Ateneo Joven de Sevilla, el Ojo Crítico de Narrativa, el Ateneo de Valladolid, el Premio Logroño de Novela, el Premio Ciudad de Alcalá, el Premio de las Letras Ciudad de Santander, entre otros, en el campo de la Narrativa; el Premio Lope de Vega y el Calderón de la Barca en teatro; el Premio Xavier Montsalvatge y el Carmelo Bernaola de Composición Musical, además del Premio Bafta al Logro en Sonido de la industria británica del videojuego; y por lo que se refiere al ámbito artístico, varios premios en los British Portrait Awards, Premio Audemars Piguet de la Feria ARCO, Premio ABC de Pintura y Fotografía, Premio Pepe Espaliú de Artes Plásticas, la Beca Mario Antolín de los Premios BMW de Pintura, entre los más importantes.

Todos estos galardones han sido recibidos al menos en una ocasión por jóvenes creadores que han sido becados por la Fundación Antonio Gala, y eso, naturalmente, enorgullece al escritor, que considera que aquello que fue su sueño desde muy joven se ha hecho una realidad llena de éxitos: «Yo sabía desde muy niño cómo se enfrentaba el escritor al papel en blanco, porque lo había vivido en primera persona; pero ansiaba saber cómo lo hacía el pintor al lienzo en blanco, o el compositor al papel pautado... Estos chicos de mi Fundación sí tienen la oportunidad de saberlo, y de hecho lo conocen y lo reciben con la mayor naturalidad, y eso es una enorme ventaja y un enorme enriquecimiento». Por eso, llegados a este punto, cuando se le pide a Antonio Gala que haga un balance de estos dieciséis años de su Fundación para Jóvenes Creadores, sus palabras no pueden ser más que de admiración y agradecimiento: «Cuando hablé de que quería hacer mi Fundación y de la finalidad que tendría, tuve muchos ofrecimientos pero nunca dudé que tenía que estar en Andalucía, porque Andalucía podía dar también su lección a los creadores. Y Córdoba probablemente era la que podía dar la lección más silenciosa. El que la Fundación esté en un convento de clausura es una invitación al recogimiento, al apartamiento de la vida que llevamos, que quizá no sea la más oportuna, muy ruidosa y pesada. En cuanto tuve este ofrecimiento por parte de Cajasur porque las monjas se retiraban a uno nuevo, no lo dudé. Y superó, incluso, mis más grandes esperanzas. Eso, una vez más, se lo tengo que agradecer a Córdoba. Ahora mis amigos los tengo aquí, los principales amigos, y los hijos también los tengo aquí. Es decir, me parece que la Fundación fue un acierto para todos».