‘Padre serenísimo’. Autor: Luis Foronda. Editorial: Juancaballos (Fundación Huerta de San Antonio). Jaén, 2019.

Los barrios antiguos de muchas ciudades y pueblos se están quedando despoblados, resultan incómodos para el tipo de vida que se ha elegido en el siglo XXI, ya no caminan bestias cargadas de hortalizas desde los cercanos huertos, en muchos casos abandonados, ni sale un rebaño de cabras con su rastro de pezuña y estiércol por la estrechez de las calles. El turismo en algunos casos ha redimido algunas de las casas, que vacías se iban cayendo y en otros casos una valla sempiterna esconde el abandono y el tiempo olvidado de las viviendas. Curiosamente algunas construcciones cristianas han resistido la adversidad, pero en otros casos también se vienen abajo irremediablemente. En tales circunstancias se encontraba la iglesia de San Lorenzo, en el barrio que lleva su nombre en la ciudad de Úbeda. Unos hermanos nacidos en él, de apellido Berlanga, crearon la Fundación Huerta de San Antonio para rehabilitar la edificación y crear en ella, mientras tanto, un centro cultural que animara el despoblado barrio y rescatara de la memoria a sus habitantes y oficios, que poco a poco iban desapareciendo. Fruto de ello, ha surgido una impagable oferta cultural. La colección literaria Juancaballos, tanto de poesía como de narrativa, aporta fondos a la causa, a la vez que ofrece cuidadas obras literarias, como el caso que nos ocupa. Luis Foronda es funcionario y escritor, a la vez que un creador y colaborador de iniciativas culturales de largo recorrido y relevancia, como el festival de cuentos o el de novela histórica de su pueblo, Úbeda. Premio de novela de la Diputación Provincial de Jaén por Las palabras en la boca, ha publicado dos libros de relatos, Cuentos irradiados y Relatos verticales, con Nono Granero. Ha traducido al francés distintos relatos cortos y ha realizado numerosos programas culturales de radio. Padre serenísimo es su segunda novela.

Para alguien proveniente del relato corto no es de extrañar que este le siga cuando emprende una tarea literaria de mayor envergadura como es una novela. Este es el caso de Luis Foronda, que ha logrado con éxito introducir en la artesa de la creación tanto las necesidades técnicas de la novela, como las del relato corto y ha armonizado el conjunto. La masa ha quedado equilibrada, con acierto y solvencia, dado el riesgo que podría haber convertido un argumento extenso presentado en piezas sin la misma argamasa. Se erige así en uno de los principales valores de la novela creada por Foronda, acostumbrado como está a la escritura corta no solo desde la escritura, sino también desde la oralidad. Como en ella, se agradece también que los artefactos creativos de lo oral se distribuyan, a veces con sorpresa y desafío para el lector. Otra característica que se agradece del texto radica en la apuesta que ha huido de la condescendencia hacia este. Se le exige participación, imaginación, elucubraciones; de las que tan faltos estamos en la literatura actual, donde los relatos se ofrecen como papillas para bebés, sin grumos ni texturas.

Italo Calvino, Juan Rulfo, Cormac Macarthy o Eduardo Mendoza se han señalado como influencias en esta creación. Sin embargo, no deja de ser muy cervantina por la urdimbre, llena de casos aparte, que en realidad no lo son. La España de los setenta se convierte en un lugar por el que transitan personajes llenos de culpa, una de las verdaderas protagonistas de la obra. Curas pedererastas y drogadictos, soldados suicidas, bebés robados, adopciones ilegales, pueden sonar a truculencia y oscuridad narrativa, pero no es tal porque el estilo, tan limpio y cuidado refleja una España de sordidez desde el mimo por las palabras y por la forma, por la musicalidad incluso como homenaje a muchos músicos que incluso aparecen citados. La obra no se asienta en la continuidad sino que un curioso puzzle en apariencia inconexo cobra sentido a lo largo de las páginas, sin prescindir, como mencionábamos, de la sorpresa o el juego ante el lector, sin previo aviso para generar una lectura activa a la vez que emocionante. El estilo cuidado y con el necesario pulimento ayuda a la adopción de un ritmo narrativo que se convierte en etapa de largo recorrido con la alternancia de puertos exigentes y llaneamientos para recobrar el aliento.

Pontevedra y Madrid se convierten en las ubicaciones de la mayor parte de acciones, la aldea, el pueblo y la ciudad, que a su vez (con)vive entre los cambios de la sociedad, que siempre contiene aristas espinosas, caso del inicio de la democracia o los GAL. La revisión desde la literatura de ficción aporta también una perspectiva para intentar entender lo que fuimos, y como consecuencia, lo que somos. La escritura de Foronda se ha mostrado en esta obra sólida, ingeniosa y atrevida. Su lectura reconforta al lector ávido con la esperanza de ser sorprendido a la vez que presenta honestidad con el oficio de la escritura, tan dado últimamente, por desgracia, a la falta de riesgo y solvencia. Además contempla el valor añadido de proporcionar unos pocos ladrillos para un foco cultural, que lucha contra el olvido.