Aunque todos sabíamos que Fernando se hallaba mal, lo que nunca mostró porque conservó la entereza hasta el fin de sus días, la muerte siempre es una noticia aciaga que nos encoge el corazón, sobre todo cuando hemos conocido la amistad, la palabra y la vida de quien perdemos. Han sido muchos los actos en los que hemos coincidido porque la historia literaria nos lo permitió pródigamente: la Real Academia, el Ateneo de Córdoba, el premio Mario López de poesía. Jornadas, recitales, antologías, presentaciones fueron marcando hitos en nuestras historias respectivas y dejando huellas que son ya indelebles. Fernando, aparte de sus versos, forjó la magnífica colección poética Los cuadernos de Ulía, por donde ha transitado la inmensa minoría de los poetas cordobeses, un imprescindible florilegio para conocer el statu quo de la poesía de Córdoba. Nos diste tu palabra, la que resuena aún viva en los labios, la que queda anhelante en los oídos, la voz nunca perdida de un poeta.