Esta semana se ha presentado en la Diputación Provincial el libro Córdoba íntima, en el que de manera muy vívida el escritor Manuel Gahete -según arguye en su prólogo José Cosano- «ha elegido como forma de expresión la prosa y no el verso para hacernos partícipes de un lenguaje enriquecedor de poliédricas caras al verter sus sentimientos, vivencias y recuerdos en una Córdoba, íntima en su alma»; y es a esta palabra emocionada y cargada de sutilezas a la que la imagen -en forma de fotografías e ilustraciones- de Rafael Portal acompaña dándole prestancia de calidez, viveza, realismo y detallismo visual. Surge así un volumen imprescindible para acercar Córdoba, con su ingente legado y su riqueza humana y cultural, a cualquier lector que se precie de amarla o quiera descubrirla con esos miles de matices que aportan al unísono la prosa y la imagen, dándosenos de este modo las «claves para una mejor comprensión y libado goce de esta Córdoba íntima, ya de todos».

Dividido el libro en siete secciones (y cada una a su vez en otros siete capítulos breves apoyados por la luz y la maravilla de las ilustraciones), es la primera «El alma de Córdoba», ciudad a la que Gahete ensalza con su incomparable prosa («Embriaga como el vino y eriza la pasión sedimentada más allá de la noche») por irse deteniendo en momentos de su Semana Santa o en las horas alegres por tantos motivos del mayo cordobés -al que le dedica tres insuperables capitulillos- cuando «el sol escribe sobre las buganvillas carmesíes letras de diamante, grafías leonadas, trazos rojísimos». Insistiendo en tanta belleza, Gahete no deja atrás ni nobles monumentos ni reconocidos edificios («Columnas en el tiempo», «El viejo Noreña») ni tampoco afamadas instituciones como el Ateneo de Córdoba o la Fundación Antonio Gala, a todo lo cual reserva la segunda sección «Espacios habitables», en la que hallamos, enseguida, cómo «insolentes en su soledad, las columnas del templo romano en Claudio Marcelo se alzan con la gallardía de los jóvenes y la hermosura de las vírgenes», y poco después, ya en las grandiosas ruinas de Medina Azahara, se aprecia cómo «escultores sin cuento tallaron capiteles y atauriques preciosos. Esculpieron cadencias y oraciones de mármol. Sembraron sus palabras de cristal y de hielo en el yeso y el bronce». En paralelo, también la palabra de Gahete trasmina emoción, arrobado éxtasis ante la grandeza, el arte o la literatura, a la que por cierto revaloriza en «El legado poético de Bodegas Campos» (de «remozadas estancias, impregnadas de familiar belleza, arborecidas en el hervor de los días efímeros como frutos de olor inmarcesibles»), y sin duda insistiendo en ello en cada uno de los títulos que componen el apartado «La Real Academia: una institución bicentenaria», en el que adquiere una singular preeminencia el insigne Luis de Góngora al que Gahete siempre proclama como adalid del lenguaje poético y del que se declara heredero gustoso: «Góngora regresa a nuestro paisaje del siglo XXI rejuvenecido y transparente, entendido al fin en el maremágnum de las ambigüedades que propicia la tempestad, ubicando sin aristas en el territorio de lo intangible, en el espacio de los inmortales».

Góngora -cuya estela «la Real Academia de Córdoba persiste en irradiar para que no se le diluya su esplendor diáfano»- es el primero de los inolvidables cordobeses ponderados en este volumen, pues el resto de sus apartados, del quinto al séptimo, tendrán asimismo como objetivo recordar a otros grandes nombres (en total, contamos veintiocho) más cercanos y actuales que se separarán según estén relacionados con el acontecer histórico («Nombres en la historia», entre ellos insustituibles los de Averroes, José María Ortiz Juárez o Antonio Muñoz, el Toto), con el arte más cuidado («Lenguajes de la piedra y la luz», que concitan lo mismo a Julio Romero de Torres que a Aurelio Teno o a Antonio Bujalance), en tercer lugar con el fluir de un grupo poético eminentemente cordobés («Clamor y entorno de Cántico», sobre tales imperecederos poetas y pintores, como Ricardo Molina, Pablo García Baena o Ginés Líébana), y por fin con la importancia de la reciente lírica cordobesa de renombre nacional, en la que se incluyen sin menoscabo de otros citados Leopoldo de Luis, Juana Castro o Eduardo García).

Hay que leer a Gahete para comprender cómo se acerca, siempre con conocimiento profundo y armonía medida con sabia palabra, a unos y a otros personajes o figuras relevantes de la cultura cordobesa, llegando a escribir, por ejemplo, lo siguiente que es muestra de vivencia compartida y cercanos recuerdos ardidos en la amistad: «En el vasto sendero de nuestra leve vida encontramos compañeros de marcha que nos alumbran con su rastro sonoro; caminantes que dejan en el ánimo su música callada; seres humanos tocados por el aliento doble de una intuición mágica; hombres y mujeres que, sobre nuestra humanidad mudable, acuñan perdurables presencias».

INCONFUNDIBLE PROSA

No importa el capítulo por el que abramos este magistral ensayo de Manuel Gahete, ni tampoco el asunto en que en ese particular momento se esté demorando; el escritor es inconfundible en su prosa, emocionante en su lenguaje cálido, selecto y remanente de sus muchas lecturas y juiciosos pareceres. Sus análisis son certeros, porque son vividos en la cercanía y en la observación; su palabra es apasionada y vibrante como un himno, porque sin ser verso es poesía amasada en la emoción; su sentimiento es verdadero, porque nace de la experiencia personal que sin embargo se abre a lo colectivo.

Manuel Gahete, una vez más, rechaza lo feo de la vida y se inclina por lo positivo y bello, por el arte y la hermosura que solo en Córdoba se encuentra, y escribe: «Sabemos que el mundo es un hervidero de avispas lancinantes, prestas a hincarnos sus aguijones de veneno, pero no vamos a arredrarnos; muy al contrario seguiremos en el litigio de la vida compartiendo y dando lo mejor de nosotros, como en el éxtasis de la fiesta somos capaces de estrecharnos sin conocernos, de agotar copas comunes y aunar en un mismo canto las voces más diversas».

‘Córdoba íntima’. Autores: Manuel Gahete y Rafael Portal. Edita: Rúnica. Córdoba, 2017.