‘El amor de Penny Robinson’. Autor: Alonso Guerrero. Editorial: Berenice. Córdoba, 2018.

Digamos de entrada que la literatura, sobre todo la buena -y en este libro abunda-, nada o poco tiene que ver con la fanfarria que despliega en su entorno la prensa mal llamada rosa. Quienes entran al trapo y venden su alma a Satanás con tal de obtener un minuto o dos de gloria en el hediondo Parnaso de la fama, mostrando las vísceras de su intimidad en programas televisivos nauseabundos, no merecen siquiera un mínimo respeto. El amor de Penny Robinson habla de eso y, también, de las salpicaduras inmerecidas que caen sobre aquellos que rehúsan a conectar con ese tipo de prensa perdularia que tanto parece gustar, por lo que vemos, a un amplio público del país. El protagonista de esta historia, trasunto del autor, es perseguido por los canes voraces de esos medios. Lo que atrae al lector es la vulnerabilidad de una persona que observa cómo airean, sin poder hacer nada, los escombros de su intimidad.

Alonso Guerrero (Almendralejo, 1962) es un escritor de gran talento narrativo que muestra un estilo fluido, de hondura literaria, en ocasiones impregnado de poesía, usando un lenguaje bien elaborado que acota lo gris, lo espurio y anodino, de una parte de la sociedad que nos rodea (el mundo esperpéntico de la prensa rosa), a través de metáforas e imágenes visuales que quedan grabadas en la retina del lector por su prodigiosa e hipnótica belleza. Hemos resaltado esto, antes de nada, para destacar la altura literaria, en el plano estético -en el ético también-, de esta novela que, días antes de salir, ya había provocado olas de críticas feroces no ya contra ella, pues no se había leído, sino contra el autor (un hecho mísero y grotesco) por ser simplemente el ex de una persona de alto prestigio en nuestra sociedad. Y al final lo que menos importa, desde luego, es que Alonso estuviese casado un par de años con esa señora que todos conocemos, ya que esta novela El amor de Penny Robinson por muchos motivos, sobre todo literarios, está por encima de esa circunstancia. Lo que sostiene a este singular relato es la fuerza expresiva que despliega el escritor a través de diálogos firmes, fulgurantes, absolutamente creíbles, y el dibujo de unas situaciones singulares, atípicas, que reflejan muy bien, cada una a su manera, la atmósfera ácida, crítica, agridulce, a veces también romántica, emotiva, que flota a lo largo de una narración quizá algo envarada, o tirante, en el inicio (hasta la página 50, más o menos), pero que va alzando el vuelo y sublimándose a medida que avanza hacia su insólito final.

En el plano estilístico, podríamos resaltar fragmentos de inmensa altura literaria dentro del libro, aunque llevaría mucho tiempo hacerlo; no obstante, no me resisto a citar estos: «Me detuve a mirar por placer el amarillo enjaulado en el platillo, en las estrellas, los desgarrones de profundo azul introspectivo...» (Pág. 89) o «...evocar aquel día de junio en que Tere introdujo su alma en un fanal y lo colocó en la ventanita que daba al jardín delantero, para que yo la divisara a través del tiempo» (Pág. 116) y «La televisión es como un barco con el fondo acristalado: las cosas que tenemos a un metro parecen las más inalcanzables» (Pág. 191). Todo el libro está salpicado, por fortuna, de momentos narrativos memorables, pergeñados siempre con una prosa espléndida.

Pero no solo es el estilo literario, ágil y luminoso, del autor, lo que más convence de esta novela, sino también la sabia construcción de sus personajes: Catwoman, Nené, Tomacito, Pablo Naya, Denis..., incluso el del protagonista, alter ego del autor, dotados de enorme fuerza psicológica, impregnados de autenticidad, de hondura humana. Todo esto unido a los ágiles diálogos, siempre sustanciosos, nunca tensos o envarados, hacen de El amor de Penny Robinson una novela al mismo tiempo literaria, entretenida, existencial, de valiente mensaje ético.

Para terminar, como nota negativa, creemos que sobra la excesiva abundancia de metáforas en algunos pasajes del relato y, también, se echa de menos una estructuración de este en capítulos, lo cual hubiera favorecido una lectura más pausada y amena. Por lo demás, la novela muestra no solo la calidad de un excelente narrador, sino la integridad ética y moral de un hombre bueno, acorralado por la presión mediática, pese a su voluntad.