‘El último deber’. Autor: Darryl Ponicsán. Editorial: Berenice. Córdoba, 2018.

¿Cumplir con el deber o con la conciencia? Ese es el tremendo dilema ético que plantea Darryl Ponicsán en esta excelente novela que se ha convertido en un clásico de la literatura norteamericana del siglo XX. Más que un viaje de iniciación en que dos guardacostas de la marina de EEUU conducen a un joven inexperto a una prisión militar donde pasará su adolescencia y juventud, la opera prima de Ponicsán es un periplo vital y moral que arrastra a todos los personajes de la novela a través de la vida, la muerte y el amor pero con enormes dosis de humor y ternura. El último deber nos sitúa en escenarios abruptos: tugurios, prostíbulos, antros donde surge la violencia pero también la solidaridad y la emoción más humanas. Los personajes tienen una fuerza portentosa: Billy y Mule, sargentos de la armada, bebedores y camorristas, el primero apasionado por la literatura y la filosofía, el segundo iletrado y simple, ambos hermanados en su condición humana. Larry es el joven de 18 años, cleptómano, que es conducido a una prisión militar por un hurto de poca monta. Es la venganza del poder sin compasión contra el débil. La injusticia de esta situación provocará un terremoto interior en la conciencia de los sargentos, que deben conducirlo a prisión a través de la Costa Este de EEUU. Una conmoción interior que cambiará sus vidas. Las situaciones y el léxico son de una precisión y fidelidad absolutas. Es la jerga militar y tabernaria de los marines, transida de momentos de increíble humor y lirismo, como cuando Billy, lector de Crane y Camus, añora los servicios en alta mar: «En ningún lugar del mundo el aire es tan limpio, y puedes ver peces voladores o marsopas... al ocaso, el cielo parece que estuviera en llamas» (pág. 28).

Darryl Ponnicsán (Shenandoah, Pennsylvania, 1938) ha sido profesor y marine durante la guerra de Vietnam. El éxito fulgurante de esta novela le permitió dedicarse en exclusiva a la literatura y desde entonces ha influido enormemente en la narrativa y cine norteamericanos de finales del XX. Aunque El último deber fue publicada en 1970, es ahora cuando se nos hace accesible en español gracias a una traducción muy cuidada a cargo de la editorial Berenice. En 1973 esta novela se adaptó al cine y fue protagonizada por Jack Nicholson, una película que hoy es un clásico y ha convertido a Ponicsán en un escritor y guionista de gran éxito. Ese mismo año escribió Cinderella liberty. Más recientemente, en 2005, ha publicado La última bandera, que compone una dilogía con El último deber y que también ha sido adaptada al cine (2017). Un estilo breve y preciso, un ritmo vertiginoso, excelentes toques de humor y grandes momentos de humanidad convierten la novela en una de las más influyentes de la literatura norteamericana del siglo XX. Los diálogos breves y muy expresivos ocupan casi el 80% del texto, su técnica narrativa, decididamente cinematográfica, ha hecho muy fácil su adaptación a la gran pantalla. El ambiente en que se desarrolla la acción está muy bien conseguido. El autor conoce muy bien el terreno en que se mueve, pone en boca de los personajes un léxico real, domina a la perfección la jerga militar, describe con exactitud los lugares en que transcurre la narración, bares, garitos, hostales de poca monta, estudios de tatuaje. Su lectura es fácil y amena. Nada sobra ni falta. La novela posee, sin duda, todas las cualidades que han facilitado su trasplante a la gran pantalla, al reunir en doscientas páginas todos los ingredientes de un excelente guión de cine. La economía del lenguaje, el frenético pulso narrativo y un desenlace inesperado sobrecogen al lector y dan sentido completo a la obra. La novela denuncia por igual la injusticia de los poderosos y la complicidad de los débiles. Esa tensión genera un conflicto ético de gran calado en lo más hondo de los personajes. Y el humor es el único capaz de resolver magistralmente esa tensión y relajar la dureza de muchas escenas. El autor sabe despertar emociones como la amistad, la camaradería, la rebelión ante la injusticia. Son las únicas armas para afrontar el paso del tiempo y el dolor por la condición humana. La novela solo cita la guerra de Vietnam en una ocasión (pág. 64). No es ese el tema que le ocupa. Pero no son precisas más alusiones para entender cómo la obra se alza como una espeluznante metáfora de aquella época, en que los soldados americanos eran enviados a la muerte por la estupidez y el egoísmo de los poderosos.