Seno , de Juan José Ruiz Bellido (Sevilla, 1993), no es un libro de debut al uso. Sus poemas no adolecen de las inseguridades que, con frecuencia, acaban dejando abiertas las costuras de las primeras obras, aun de autores que con el tiempo adquieren una consistencia y originalidad fuera de lo común. La sólida formación de Ruiz Bellido explica en buena medida el resultado: profesor, especialista en poesía cubana, a la que ha dedicado varios ensayos, y lector de griegos y latinos, entre otras muchas inquietudes. Seno nace robusto, firme, y supone, más que el inicio de un camino, un origen y fin en sí mismo, una culminación circular y brillante como una moneda. Incluso en su presentación viene arropado por dos caras destacadas de la joven poesía española; un prólogo de Juan F. Rivero y el texto en la contraportada de Rodrigo García Marina. El primero facilita al lector algunas claves para penetrar en el ejercicio poético «linguísticamente desbordante», en palabras del propio Rivero, que el autor propone en la primera y última parte del libro -«Exergo» y «Anverso»-. Mientras que el segundo dedica sus palabras al núcleo del poemario, la que le da título, donde, afirma García Marina, «brota la vida como un hijo» porque «responde al cuidado». Y es que Seno , más allá del importante trabajo de experimentación con el lenguaje que le envuelve, sobresale por el fruto que se halla justo en esa parte central. Es el testimonio de un padre, de un hombre joven enfrentándose a la experiencia trascendental, y natural al mismo tiempo, de vivir cómo crece en el seno de su compañera el primer hijo y las preocupaciones que le asaltan en el proceso («cuál es el mayor miedo de un padre/cuál es el mayor miedo de un padre que por primera vez lo es padre», escribe). Un planteamiento, el de esta manera de entender la paternidad, de compartir el cuidado, de proximidad con el hijo y complicidad con la madre, que va de la mano de un modelo de masculinidad distinto, nuevo, y marca una distancia abisal con las relaciones familiares tradicionales. Todo ello desde un profundo ejercicio de empatía, donde el autor manifiesta no poder, ni querer, suplantar a los cuerpos protagonistas: el de la madre y el del hijo, como cuando dice: «Su madre no solo piensa en el cuerpo suyo, sino en el cuerpo tuyo, su cuerpo suyo y tu cuerpo», o, más adelante: «el parto es un trabajo/ para la madre». Ruiz Bellido entra a formar parte de un grupo de poetas -Raúl Quinto en Hijo ; Francisco Onieva, en Vértices ; Iván Onia, en El hijo de Sharon Ods o, con especial paralelismo por la investigación lingüística, Guillermo Morales Sillas, en Pegarle a un padre - que están dejando testimonio, en la poesía, de una nueva forma de entender la paternidad y sus vínculos.