Da la impresión de que muchos de los artículos que se publican en los medios vienen a ser algo así como para «apacentar a las cabras», aquello que hacía Dafnis en la antigua novela de Longo de Lesbos. Nos dice Santayana en La vida de la razón: «La vida es un equilibrio, mantenido unas veces gracias a que se aceptan las modificaciones, y otras gracias al hecho de imponerlas».

Luis Alemany publicaba en un medio un extenso artículo sobre la lectura en relación con la inauguración de la Feria del Libro de Madrid. En él daba datos concretos, y sacaba conclusiones en las que podemos o no podemos estar de acuerdo. Pero sí nos sorprende cuando habla de la demanda de ensayos, y la venta de estos. Los ensayos que se escriben en la actualidad, en gran medida, están creados por «divulgadores irracionales».

Hoy día cualquiera puede escribir un ensayo. Establezca un tema de actualidad y escriba, editorial tendrá para publicarlo. Pero ese, digamos, ensayo, ni es ensayo ni es literatura.

Ocurre algo similar con los «rescatadores». Esos editores que se han empeñado en sacar a la luz libros de mujeres y hombres del pasado, de segunda y tercera división y meterlos por los ojos. Si antes no triunfaron, ahora solo gustan a las cabras. De los datos del artículo de Alemany también sacamos algunas conclusiones. Que no se lee lo que se debiera. Que las editoriales venden cada vez menos. Que la literatura en sí no vende. Que lo único que vende, y cada vez en menor proporción, son la novela basura, la poesía basura y el ensayo basura. Que cuesta encontrar un best seller. Que digo yo, no sería más fácil seguir leyendo a los clásicos. Un valor seguro y sin experimentos. Olvidémonos de una vez por todas de los «divulgadores irracionales» y de los «rescatadores». Nada y eso es lo mismo siempre.