El 21 de junio de 1932, en el diario El Sur, se publicó una entrevista de Fernando Vázquez Ocaña al entonces diputado por Córdoba Juan Díaz del Moral, y lo describe así: «Don Juan es de los pocos hombres que suelen darle a las palabras el espíritu de sencillez que quería el clásico. En el fondo, este notario es un poco revolucionario, como todos los poseedores de la fe pública que ven desfilar por su despacho las angustias de «lo mío» y «lo tuyo». Pero sobre todo es un humanista, un hombre que se sume con la fruición de un dios viejo, en las aguas purísimas de la cultura. Más de una vez se le ha visto, allá en Bujalance, sentado a la linde de un olivar con un libro de Platón o de Horacio en la mano, escrito en la lengua vernácula». Aquel notario, miembro de las Cortes Constituyentes, había nacido en Bujalance el 24 de enero de 1870. No resulta extraño que Vázquez haga referencia a sus intereses culturales. Tras finalizar el bachillerato en Córdoba, se licenció en Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Sevilla, gracias a lo cual pudo entrar en contacto con Federico de Castro; luego continuó los estudios de doctorado en Madrid, y allí conoció a Francisco Giner de los Ríos. Ambos se convirtieron en sus maestros (de hecho les dedicará la obra que le dará fama: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas). La importancia de esta relación reside en que así entró en contacto con la mentalidad de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza. Así, no es de extrañar que junto a Hernández Pacheco, Juan Morán, Manuel Sandoval y José María Cadenas participara en la «Extensión. Educativa» del Instituto de Córdoba, que pretendía seguir el modelo de Extensión Universitaria que había introducido en España la Universidad de Oviedo. La actividad se mantuvo, al menos, entre los cursos 1905/06 y 1910/11. Según él mismo nos cuenta, participó en esta experiencia porque «en algunos sectores obreros el odio a la burguesía y a los burgueses de profesiones liberales se extendió a la cultura misma y a cuanto tuviera contacto con la inteligencia y sus creaciones». Participó con dos conferencias: «Historia del movimiento obrero», que pronunció en 1905, y «Economía social», en 1910.

Aunque comenzó su actividad profesional como profesor auxiliar de Metafísica en la Universidad de Sevilla, en 1898 obtuvo el número uno en las oposiciones de Notaría y solicitó la plaza de su pueblo natal, en la cual desempeñaría su actividad hasta 1935, cuando se trasladó a Madrid. Desde 1928 fue secretario del Instituto Hispano Cubano de Historia de América de Sevilla. Tras la guerra civil, sería sometido a depuración y fue obligado a trasladarse a la notaría de Caravaca (Murcia), donde se jubilaría en 1945. Falleció en Madrid el 7 de noviembre de 1948. Según testimonio de su nieto, Antonio Tastet Díaz, los últimos años de su vida los soportó con dignidad, pero no carecieron de amargura. Esa realidad la conocemos también por el testimonio que aportan las cartas que dirigió en esos años al archivero municipal de Córdoba José de la Torre y del Cerro, dadas a conocer por Manuel Toribio en 2015.

En 1924, manifiesta su hijo Carmelo, «en unión de otras personas de la región, fundó el Bloque Agrario, que pretendía agrupar a todos los agricultores, grandes y pequeños, propietarios o arrendatarios, para la defensa de la amenazada riqueza olivarera y, además, para iniciar a los cultivadores en las ventajas de la cooperación». Más adelante, llegaría a ser secretario de la Asociación Nacional de Olivareros. En aquellos años se dedicó a recopilar el material que daría como fruto su obra citada más arriba, publicada en 1929, y que desde el primer momento fue objeto de atención nacional, si bien no tanto en Córdoba, como él se quejaría en una de las cartas antes citadas. Aquel libro sería reeditado en 1967 y 1969, pero no de forma completa, pues no constaban los apéndices del original, que sí aparecerán por fin en 1973, justo en el año en que Manuel Tuñón de Lara la calificaría como «modelo de historia social de nuestra patria». Con posterioridad ha tenido varias reediciones, inclusive una en facsímil realizada por la Diputación de Córdoba en 2009. Si pudo sacar adelante aquella obra fue por el contacto que, desde Bujalance, mantuvo con toda la provincia, con las organizaciones obreras y con las patronales. Así nos lo relata él mismo: «Desde principios de siglo, y muy principalmente en estos últimos años, he presenciado muchos de los sucesos que cuento [...]. He hablado extensamente con los hombres más significados del proletariado cordobés y con sus directores y organizadores; he recogido datos y documentos de trabajadores anónimos, que militaron en la Primera Internacional; de otros que recordaban el movimiento de 1892, de muchos de los que se educaron en las luchas de principios de siglo y de propagandistas provincianos y forasteros».

1931, UN AÑO DETERMINANTE

El año 1931 es determinante en su trayectoria biográfica, pues su mentalidad liberal e institucionista le condujo a apoyar al nuevo régimen republicano. Se integró en la Agrupación al Servicio de la República, junto a algunos intelectuales relevantes, con Ortega y Gasset a la cabeza. Como miembro de la misma participó en las elecciones a Cortes Constituyentes, y resultó elegido diputado por Córdoba, siendo el candidato más votado. Formadas las Cortes, su participación más relevante será en la discusión del proyecto de ley de Reforma Agraria, al cual presentaría un voto particular, defendido en un discurso el 10 de mayo de 1932. Su desacuerdo con el resultado final de la ley se traduciría también en discrepancia con otros aspectos de la política republicana. Tras participar en los debates sobre la reforma, solo tendría dos intervenciones más, una al tratar sobre el presupuesto del Ministerio de Agricultura, el 17 de diciembre de 1932, y otra el 28 de abril de 1933, en un debate sobre la política del Gobierno, cuando manifiesta que la actitud de la minoría parlamentaria a la que pertenece piensa que no le queda otra salida que la obstrucción, pues hace un análisis negativo de la situación del país: «Yo digo que la situación del país es la que acabo de indicar, y si con un Presidente del Consejo de Ministros que todos reconocemos que tiene un talento enorme, que es un gran polemista, un hombres superior, algunos piensan que un gran estadista; si con este Presidente del Consejo, con este Gobierno, con esta Constitución que, según dicen, es la mejor de Europa, la más avanzada de Europa, con estas Cortes entusiastas, con todos estos medios, va a resultar que el país se nos va a quedar entre las manos, se nos va a hacer sal y agua, ¿para qué nos habrán servido un Gobierno magnífico, un Presidente ilustre, unas Cortes magníficas y unas leyes superiores? Algunas veces pienso yo si los pueblos existen y se han hecho con el único fin de que los dirijan Gobiernos ilustres y leyes magníficas, o al revés”. Fue el final de su participación en la vida política.

En el centro de la actividad pública e intelectual de Díaz del Moral siempre estuvo presente su preocupación por la agricultura, y naturalmente por sus protagonistas; por ello, en la entrevista citada al principio, ante la pregunta del periodista acerca de si los agricultores debían acercarse a la República, no duda en responder: «¡Naturalmente! Hacerse republicanos, inexorablemente republicanos, sin alimentar quimeras fuera de la República. Quien piense en regresos, no hace honor a su responsabilidad de hombre obligado a no tachar ni una sola línea de las que la historia escribe. Nuestro deber, si somos hombres perfectamente conscientes, es caer al pie de nuestra obra, defendiéndola, pero no avanzar de espaldas, hostigados por el desconsuelo. Y por esto mismo, mi mayor empeño es incorporar a los labradores a la empresa de la República, pues solo así podrán evitar equivocaciones funestas». Sin embargo, no podía adivinar el triste futuro que le esperaba a España, y cuando ya jubilado vuelve a Madrid, el 17 de marzo de 1945 le dice a José de la Torre en una de sus cartas: «Me dedico a leer y a pasear los ratos que me deja libre la enseñanza de mis nietos. No tengo proyecto ninguno de quehaceres fecundos. No publicaré ya nada ni reuniré los temas que tengo estudiados desde hace tiempo. No he ido a visitar a su hermano Antonio porque está siempre muy ocupado y además porque podría perjudicarle en mis visitas y sus relaciones conmigo. Esta primavera, después de la Feria de Córdoba, iré por ahí y charlaremos de todo».