Hay desinterés por la literatura, por la cultura diría. Aquellos que difunden y promulgan cultura los conocemos a todos, con nombres y apellidos. No se puede difundir para obtener gratis los libros que uno quiere o no quiere leer. Consigues que la editorial te mande los libros, haces la pésima y lamentable reseña o aproximación de uno de ellos y te has ganado su confianza. Y así sucesivamente. Te has garantizado gratuidad de lectura en una amplia temporada.

Las modas pasan, al igual que las estaciones, y si pretendes presentarte como alguien importante lo llevas claro, aunque hayas publicado en una editorial importante. No, no se puede vivir en la cultura sin humildad. Es imposible. Sin humildad consigues tan solo el éxito momentáneo, presente, instantáneo. Y la cultura o el arte son eternos y atemporales, pero parece que estos términos son muy difíciles de aceptar, sobre todo por la falta de humildad del individuo. Muy difíciles de asimilar.

Hay críticos, que si te hacen una reseña te están haciendo una putada. ¿No lo han pensado? No es que no lo hayan pensado es que es evidente. Y tan anchos, la publicitas y te regocijas de tan magnas palabras. En realidad, nunca se te ocurre leerla detenidamente, con la dulzura y la pasión que se merece, te da vergüenza, sientes vergüenza o escalofrío, que es lo mismo.

Hay desinterés, el personal desea el postureo de las redes sociales a la lectura de verdad. Y no se sabe leer, pero esto es otro tema del que hablaremos en otra ocasión. Hay que bajarse al mundo, y remangarse, y aceptar todas y cada una de las consecuencias que otorga, gratuitamente pero con dolor, la cultura. Y ser consecuente con las lecturas, y con las actuaciones. Y sobre, muy por encima de todo, ser humilde. No hay cultura sin humildad. Lo que hay es vacuidad.