"Esta es mi casa y estos son mis poemas", dice en un verso José Luis Piquero (Mieres, 1967), que acaba de publicar en La Isla de Siltolá Cincuenta poemas , una antología personal que abarca veinticinco años de sólida trayectoria poética. Una casa construida con versos que son fruto de "la destilación de un intenso proceso poético", nos advierte, y que han sido seleccionados de entre los libros que ha publicado hasta la fecha: Las ruinas (1989); El buen discípulo (1992); Monstruos perfectos (1997); Autopsia (2004), que aglutina a los tres anteriores y con el que fue premio Ojo Crítico de RNE; y El fin de semana perdido (2009). Una obra que, en su conjunto, no destaca por su extensión, sino por su calidad, característica que nace, entre otras cosas, de un grado de exigencia creativa excepcional. Por esta razón, José Luis Piquero llega a afirmar que escribir "ni siquiera es el fin; solo una etapa del proceso", subrayando que hay muchas otras, como pueden ser el trabajo de indagación y reflexión o la "manera de mirar" la realidad y cómo desvelarla a los demás, por ejemplo. Esta particular visión del proceso creativo da como resultado un lento goteo de poemas que han acabado sedimentado en una de las poéticas más celebradas del panorama actual.

Cincuenta poemas supone, por tanto, la destilación de un material que ya fue destilado en su momento, y que representa casi la mitad de su producción total. Con el fin de mantener una coherencia orgánica en poemas escritos a lo largo de más de dos décadas, Piquero selecciona, con buen criterio, muy pocos de los dos primeros libros, en los que su inexperiencia y las deudas contraídas con Cernuda y Gil de Biedma son notorias; y recopila más de sus últimos trabajos, donde la madurez y originalidad de su voz van desplegándose con contundencia en cada verso y con los que el autor afirma sentirse más identificado. Finalmente, siete inéditos ponen un broche final magnífico a esta antología.

El lector se va a encontrar así con una muestra de calidad sostenida, carente de estridencias, que exhibe, de principio a fin, los principales rasgos que definen la propuesta de José Luis Piquero. ¿Y cuáles son esos rasgos? A nivel formal, un sujeto poético que irrumpe siempre en primera persona, subrayando un realismo que habla desde las hendiduras de la herida, cuando no desde las vísceras: "yo soy esa pregunta del insomnio / y su horrible respuesta", dice. Este tono realista, confesional, fluye en versos ricos en registros y conceptos; serán puestos en boca de un coro variopinto de personajes bíblicos, literarios o mitológicos: Piquero utiliza a Jesús, Judas, Caín, Rimbaud o Cíclope para hablar de sus angustias. Sitúa el foco en los ángulos más sórdidos del ser humano. Porque lo que el poeta persigue es conocer la realidad, sin escatimar en arrojo e inteligencia. Para aprehender la luz hay que probar la sombra: dos perfiles distintos de la existencia. En esta búsqueda de todos los recodos donde puedan ocultarse fragmentadas la realidad y las emociones que la envuelven, Piquero practica una suerte de comunicación intertextual, en la que los poemas, a modo de hipervínculos, dialogan de un libro a otro. Este es el caso del personaje carismático, fuerte, al que el yo poético ha perdido por su propia debilidad y torpeza en el poema Después de la muerte de H.K. , de El buen discípulo , que encuentra su eco en Días de 1988 y 1989 , de Monstruos perfectos . O el poema Lo que dijo Judas esa noche , cuya réplica aparece en Jesús responde a Judas . Uno de los casos más significativos es el que se produce entre Palabras de Caín adolescente , de Monstruos perfectos , un personaje que se duele del mundo con un tono marcadamente adolescente, con la incomprensión y sufrimiento que la realidad más inmediata: la amistad, el amor, el fracaso, el deseo, provocan --uno de los poemas inaugurales de la etapa madura de Piquero--; y, por otra parte, La oración de Caín , donde el poeta desarrolla un grado de profundidad intelectual y emocional extraordinario, escribiendo algunos de los versos más vibrantes de este libro (y por tanto de su obra); versos que contienen en su interior el organismo inquieto que se agita y sobrevuela todos sus poemas y que, de alguna manera, define el carácter de esta antología, como son los que sentencian: "Lo peor de nosotros mantiene el mundo en marcha / y la ira es un don: estamos vivos".

Esta es, en definitiva, la casa del poeta, donde dice habitar en una estancia oscura, pero en cuyo interior el lector siempre encuentra ventanas por las que asomarse a un universo poético minuciosamente elaborado.

'Cincuenta poemas. (Antología personal 1989-2014)'. Autor: José Luis Piquero. Edita: La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014