Portentosa novela de principio a fin en doscientas páginas. Comienza in medias res para estructurar el relato en tres capítulos («Como un náufrago», «Mañana sin falta» y «A cántaros») y terminar, de forma cíclica, resolviendo (o no) todo lo que se plantea al principio y durante toda la novela. El comienzo ya nos sitúa ante una gran prosa: «Sobre las tres y cuarto de la madrugada del primer sábado de abril, Dámaso Quintana se despertó ardiendo de fiebre y gritando que él no había sido» (pág. 11).

El protagonista llega a Badajoz en tiempos de la posguerra y las cartillas de racionamiento proveniente de la inmigración rural. Intenta abrirse camino en esa España triste y lúgubre, sin trabajo ni expectativas de tenerlo. Lo rodean personajes variopintos en la pensión que habita, entre ellos Javier Polo, funcionario de prisiones franquista, que habla de una España gloriosa que no existe. Conoce a Violeta en una frustrada presentación literaria. Ella lo impulsa a escribir y vivir. La novela avanza vertiginosa dando saltos atrás y adelante, en prodigiosas prolepsis y analepsis, para abarcar un lapso de tiempo de cuatro decenios en que parece que nada ha cambiado. La misma lucha por la supervivencia que vivió en aquel Badajoz, de joven, es la que ve que deben afrontar sus hijos, con idéntico desvalimiento, cuarenta años después. Sin trabajo ni medios para pagar la pensión y el sustento, aquel joven de posguerra se lanza desesperado al contrabando, el famoso estraperlo, y lo vemos asustado, cruzar peligrosamente la frontera desde Portugal hacia el río Guadiana, «en busca del agua invernal, procurar desaparecer entre la maraña de matorrales y espinos de la orilla, aguantar inmóviles como alcaravanes, rezar, si es que no se le había olvidado» (págs. 68-69).

Justo Vila (Helechal, Badajoz, 1954) ha escrito novelas, guiones para televisión, ensayos y libros de viaje. Ha trabajado como asesor histórico de películas y documentales. Su primera novela La agonía del búho chico (1994), ya presagiaba a un prosista prometedor. Siguieron Siempre algún día (Tusquets, 1998), La memoria del gallo (2001) y Lunas de agosto (2006). Ahora Trifaldi publica su más reciente y creo que lograda novela, Mañana sin falta (2019), en la que Justo Vila pone en evidencia toda su maestría al presentar al protagonista, Dámaso Quintana, cuarenta años atrás, cuando, de joven, disfrazaba sus penurias con la imaginación y el amor, ansioso por hacer como su abuelo, que marchó a América (o no) en busca de la fuente de la eterna juventud, no del Dorado.

El joven soñaba con embarcarse y viajar a Alaska o a Malasia, sueños de un hijo de jornalero truncados por la dura realidad de la posguerra, ansias de un hombre que busca su identidad. Y el poder de la imaginación lo sana y lo confunde. «Sin embargo, a fuerza de acomodar la historia, Dámaso acabaría por no saber distinguir muy bien la parte que era real de la que era inventada, si es que, al final, no eran lo mismo» (pág. 74).

El autor cambia de planos temporales con una agilidad y encanto admirables y logra comparar aquella España de la posguerra con la actual, a pesar del lapso de cuarenta años que las separa. Viajamos a través de su prosa cuidada y elegante desde los tiempos del estraperlo de café a los de la especulación inmobiliaria, del de los curas obreros y los periódicos clandestinos a la sociedad actual, donde toman el relevo los problemas de sus dos hijos, que sufrirán la actual crisis de una España sin expectativas para los jóvenes. Verá en sus vástagos los mismos problemas de ayer: al varón lo desahucian, como a él cuarenta años antes lo echaron de la pensión por no poder pagar, a pesar de su insistencia en buscar trabajo.

Dámaso se ha casado con Candela, que tiene sueños premonitorios y parece un personaje salido de Cien años de soledad. Con ella ha tenido dos hijos, Andrés y Esther. Dámaso, que ha sido un destacado luchador antifranquista, ahora ve cómo su hijo empieza a simpatizar con la extrema derecha. Su hija Esther oposita a profesora, sin suerte, y es amante de un hombre casado, director de una academia. En este momento, cuarenta años después de que la viera por última vez, recibe un wasap de Violeta. Han pasado cuatro decenios desde que el protagonista llegó a la ciudad procedente del campo y, después de una vida plagada de lucha y privaciones, se encuentra de nuevo en la casilla de salida. Dámaso tomará en estos momentos, ya al borde de la jubilación, la decisión más trascendental de su vida.