‘Noche de tahúres’. Autor: Raúl del Pozo. Editorial: Berenice. Córdoba, 2019.

Teníamos la obligación de saber quién y por qué había rajado la garganta de un hombre. Lo encontraron de bruces en la verja de su chalet, con las manos en la alambrada, como un soldado que quisiera huir» (pág. 25). Este es el primer párrafo de una novela portentosa y frenética, reeditada en el veinticinco aniversario de su publicación ahora por Berenice, en un momento más que idóneo, porque, si este libro es el equivalente español a El Jugador de Dostoyevski, su actualidad es ahora mayor que en los años noventa, en que vio la luz de la mano de su autor, Raúl del Pozo. Es en el tiempo presente, en el que asistimos a un rebrote de las salas de juego, reales y virtuales, donde se abre un nuevo lugar de apuestas a cada momento, cuando apreciaremos, como si estuviera escrita para hoy, esta novela negra de potente lenguaje, trama sólida e intriga adictiva como el propio juego. Un libro apasionante, salido de un mundo de traiciones y crímenes que descolocan al lector desde la primera página y lo va envolviendo en el universo obsesivo y destructivo del juego para meternos de lleno en él y sin posibilidad de escape hasta llegar a la última página.

Un joven e inexperto detective debe encargarse del caso y sumergirse en un mundo que no conoce. Para ello cuenta con la inestimable experiencia de su compañero, el Viejo, un detective que, a medida que corren las páginas, se va convirtiendo en un personaje tan intrigante como el propio crimen que ambos deben resolver. Es un hombre enigmático que sabe mucho más de lo que aparenta, que conoce el mundo del juego como nadie, que da la impresión de ir siempre un paso por delante y que, al final, parece que juega con el detective novato, periquito, en el argot propio de este ambiente insondable y confuso en que el joven se va introduciendo; comenzará a hacerlo desde la ignorancia más inocente para acabar, a fuerza de tesón, por convertirse también en un experto.

La novela avanza vertiginosa a través del diálogo y la acción. Las entrevistas a los jugadores, los bajos fondos, las personas falsas y esquivas de la que es difícil discernir la verdad de la mentira, lo importante de lo accesorio, confunden al periquito. El Viejo lo va orientando pero a veces se ve perdido, parece que su compañero también lo esquiva, lo confunde o, al menos, no le cuenta todo. El juego está presente en cada página: el disimulo, la apariencia, la cara de póquer. Y el joven detective es víctima de su ignorancia, de su falta de pericia, de su inexperiencia, hasta que va dominando cada vez mejor la jerga del juego y descubriendo en su compañero, el Viejo, un personaje más complejo de lo que al principio le pareció.

Raúl del Pozo (La Torre, Cuenca, 1936) ha vivido a caballo entre la literatura y el periodismo. Ha escrito en los mejores diarios de este país desde los años setenta del pasado siglo. Ha recibido los premios de periodismo Pedro Rodríguez, Francisco Cerecedo, González-Ruano, Mariano de Cavia y ABC cultural. Medalla de Oro de Castilla la Mancha en el 2017. Es autor de siete novelas, entre las que destacan No es elegante matar a una mujer descalza y Ciudad Levítica.

Ahora, Berenice reedita Noche de tahúres en el vigésimo quinto aniversario de su publicación, un libro que no ha perdido actualidad, brillante y frenético, de diálogos certeros y léxico magistral. No sin mérito esta novela es una de las fuentes documentales que emplea la RAE para el argot específico del mundo del juego.

Por la obra deambula un sinnúmero de jugadores y exjugadores derrotados, hundidos, vencidos por ese Leviatán que es el juego y que arrasa inexorablemente a quienes se acercan a este mundo. Son víctimas, perdedores, suicidas que se ríen de quienes hablan de serotonina y adicción, el médico jugador explica que el juego alivia el dolor y la angustia, es adictivo, como la droga. «Ya sabe que el juego es el fracaso, la depresión, la sensación de estupidez, la automarginación. A nadie salva de la ruina sino que le aboca a ella. Ya no puede encauzar, como lo hacía en un principio, sus deseos. Pero no podría resistir sin vivir entre ellos...» (pág. 149).

Los jugadores interrogados confunden intencionadamente a los policías para enredarlos, pero el Viejo es un hombre que oculta un pasado oscuro y conoce perfectamente, a consecuencia de ese infierno por el que antaño transitó, el lábil terreno que pisa. Excelente novela de género negro donde el juego se combina con el crimen, el sexo y las lealtades hasta configurar una historia atractiva y apasionante.