La editorial Anagrama ha publicado varios títulos de Jonathan Coe que han sido acogidos con éxito de crítica y de público; este acuerdo no es común, parece que lo que gusta a uno no gusta a los otros. En este caso hay feliz coincidencia. Un crítico es un lector; o un archilector como definió Riffaterre; es decir, una persona que tiene un hábito lector y posee conocimientos teóricos que le permiten entrar en el análisis de la obra por medio de la creación. Siempre he defendido que la buena crítica es un género literario.

Adelantaré que me encanta la narrativa del autor de Birmingham y que esta novela, El número 11, reafirma mi juicio anterior. Como sucede en todas sus obras un elemento clave de las mismas es el humor. ¿Qué tipo de humor? Es un error considerar el humor como algo monolítico; en absoluto. Humor es una manera de estar en el mundo, de mirar la realidad y de entenderla, posee un plus de asombro, de ruptura de la lógica en gran parte por el contexto.

En un autobús van dos chicas, es una situación de la novela, una toma la mano de la otra y la deposita en su muslo. La lógica nos adelanta lo que pasará; pues no, pone su mano para que vea que la pierna es artificial. Sin necesidad de citar a Freud está claro que el humor es una válvula de escape, una forma de liberación y, por supuesto, una forma de inteligencia y de demolición de lo políticamente correcto.

En una cena de campanillas para entregar un premio, alrededor de una mesa se sientan unos personajes heterogéneos. En el centro hay un círculo por el que asoma una cabeza parlante. Un señor está debajo de la mesa y levanta la testa para ir explicando a los comensales los magníficos platos que van a degustar. Una sorpresa que esconde otra, bastante tenebrosa, descubierta por un inteligente inspector de policía.

Humor

El humor es una máquina perforadora, como las que construyen ese sótano de once plantas que los más que ricos se están haciendo en sus mansiones. Un rascacielos al revés, un despropósito, igual que llevar a Suiza a la institutriz para que explique unos sencillos problemas de matemáticas a las dos hijas en un ratito. El humor de Coe es desternillante y estremecedor al mismo tiempo. Estamos ante una novela de denuncia, corrosiva y apasionante, te arrastra, te hace saltar de un episodio a otro y te hace reír con una mueca muy amarga en el gesto. Como las máscaras del teatro griego, la tragedia y la comedia se dan la mano en una mezcla tan eficaz como atractiva.

Una cantante olvidada sueña con volver al primer plano. Participa en uno de esos programas de supervivencia. La disección de los personajes es brutal y el desvelamiento de los mecanismos internos de esos concursos tremendo. Se cortan imágenes, se manipulan, se producen escenas como la ingesta de un insecto entre arcadas. Los seres humanos son minúsculos personajillos de una obra bufa, de un esperpento en el sentido de don Ramón. Se trata de una deformación más real que la propia realidad tal como la percibimos.

Esta obra muestra que es posible hacer buena literatura y novela de tesis, de denuncia de la situación de Inglaterra, crítica despiadada de una sociedad a la que lo único que le interesa es el dinero y el corto plazo, donde el nivel cultural es inexistente y la injusticia, implacable, pero lo que podría ser fácilmente un panfleto romo es cauda literaria del mejor venero -de vez en cuando una frase un tanto metafórica queda bien-.

Rachel y Alison son amigas, corren por el páramo, -esa palabra talismán de la literatura inlesa-, y van creciendo y se separan y hasta se pelean pero son el hilo conductor de una estructura muy meditada. Imaginemos un escenario vacío; en él van apareciendo situaciones que tienen valor por sí mismas, situaciones mantenidas por varios personajes de diferentes características. No se trata de historias estancas porque hay personajes que aparecen en varias y tienen diversas redes de relaciones.

Existe otro elemento conductor, el número once que se encuentra en varios lugares del texto, ya cité las plantas del sótano, pero por encima de todos la clave del arco es la profunda humanidad, la mirada compasiva con los más débiles, Cervantes en el horizonte. La cantante olvidada tiene que ir a un banco de alimentos y la escena, tan breve, posee una gran intensidad. Pese a todo, hay esperanza, leve, pero alguna.

Y todo empezó con el cadáver de un político, ¿suicidio o asesinato? Me inclino por lo segundo. El sistema se defiende y destruye. También están internet y una vieja película.