‘La rebeldía’. Autora: María Antonia Ortega. Editorial: Huerga & Fierro. Madrid, 2018.

La única manera de lidiar con un mundo que no es libre es llegar a ser tan completamente libre que tu propia existencia sea un acto de rebelión», escribió Camus. Esta postura moral explica bien el espíritu de esta nueva entrega de María Antonia Ortega y de su propia vida, donde la conciencia del ser, la belleza, el alma, la igualdad y la libertad son el bastidor de su poética. Esta obra se puede entender como alegoría, desde el primer poema donde denuncia la corrupción contemporánea, el deterioro de todos los valores que diferencian la humanidad de las bestias. María Antonia utiliza alegóricamente la casa para referirse a la humanidad y a la naturaleza que han sido atacadas, y donde se ha instalado la corrupción. Se personifica en la poeta al ser expulsada de su casa milenaria, de los principios clásicos de la esencia humana, donde solo podrá quedar simbólicamente como una criada y como una poeta a la que nadie lea. Las imágenes se singularizan con especial delicadeza. En la casa -símbolo de la poesía y de la esencia mística del ser humano- ha irrumpido la prostitución. Ortega quiere divinizar a la vida como Flaubert. La vida es la que ha asolado la casa de la poeta y de la conciencia, la existencia humana, que se sublima a través de la belleza. Considera a la sociedad responsable de la ignominia. Frente a la naturaleza, la sociedad, la vida y el mundo, sólo nos queda la justicia de la muerte en estos poemas clarividentes: «Los poetas y la muerte/se parecen/en que restituyen la igualdad». Ortega escribe una poesía reflexiva donde dialogan las ideas abstractas. Con el paso del tiempo, a lo único a lo que puede aspirar la poeta es a la lealtad. La escritora emprende entonces un viaje simbólico. La soledad cuida de los rebeldes y los incomprendidos. Ortega continúa en una poesía clara, diáfana, su reflexión humanista con la alegoría del río de Heráclito que a veces evoca el mar: «Todo fluye y nada permanece». También rememora la otra orilla del río, la de los marginados, la pobreza, a los que han sufrido mucho espiritualmente, a quienes como cita la poeta de Simone Weil: «la desdicha suprema/ha tocado la parte más pura de su alma». El pensamiento orteguiano es amigo de la calma, el sueño, la paz y desprecia cualquier atisbo de venganza, siempre estéril. Y como Baudelaire, admirada y dotada por la belleza. La rebeldía es un libro unitario, es casi un único poema, donde distintos personajes dialogan como en una tragedia griega. Pero el desenlace no es la derrota, sino la victoria del individuo, del ser, del poeta, de la naturaleza, de la soledad, de la igualdad. El tema de la creación es una constante en el proceso lírico de La rebeldía, es el espacio que salva a María Antonia Ortega del dolor y la vejez. La poesía le ha dado lealtad, amor y libertad, la poeta evoca los días en los que confió en el mundo, cuando la juventud nos hacía ilusos. Como también recuerdan Schopenhauer y Wilde, la rebeldía es la virtud original del hombre. Es el único refugio de la inteligencia frente a la imbecilidad, como también piensa Ortega. Nadie mejor que ella para explicar su poesía: «Es necesario nacer de la conciencia para poder escribir poesía. De una conciencia y una libertad que nace del amor y de la sabiduría, que es lo contrario del espíritu mundano y de la necedad. El camino de la poesía es el de la depuración total». Su poesía es la de una poeta consagrada que conoce la poética erudita y la del pensamiento como sólo alguien como ella podría entender.