El debate sobre la crisis social y el clasismo nace como una realidad inmarcesible en esta nueva obra del dramaturgo, narrador y médico Gonzalo Campos Suárez. Anteriormente había publicado El baile de los incoherentes, Ninfolepsia, Del color de la sombra (catarsis de una mujer rural), Maldita felicidad, Celoso azul… Lleva un prólogo inicial del dramaturgo y profesor Miguel Ángel Jiménez Aguilar titulado «Aristócratas: Una relectura mundana», donde nos dice que Campos Suárez se enfrenta a dos mundos: el del poder y el de la servidumbre, el de la opulencia y el de la ratonería, advirtiendo que se trata de una parodia de nosotros mismos y de nuestro egoísmo como especie, pero también de una grave realidad, el desequilibrio social y la dependencia de unos con respecto a otros, siempre con una humanidad presente y un humor negro que expresa esa radiografía social. Lleva dos citas iniciales: una de Solzhenistsy sobre que «la tripa es ingrata» y otra de Calonge-La Zaranda con referencia a la mendicidad: «unos mendigos con sueños queriendo conmover el mundo».

En quince escenas breves desarrolla esta dramaturgia en la que realmente pone en funcionamiento un espacio escénico, donde muestra un microcosmos social entre los que cada vez están más arriba y los que cada vez están más abajo. Las diferencias sociales en los momentos actuales se están agrandando como muestran todos los datos estadísticos y esta consecuencia histórica de enorme relevancia permite adentrarnos en un mundo que parecía antiguo en las sociedades desarrolladas europeas, pero que está ahí y Campos Suárez lo aborda con resolución y una fina ironía, que llega al sarcasmo y al humor más oscuro. La primera y la última escena, como una circularidad manifiesta, nacen y mueren respectivamente en las alcantarillas. Dos mendigos, Trapisondas y Manhattan, se hallan en ellas pero con un libro en la mano. El libro, símbolo donde los haya, que nos muestra ya un encuentro con una alegoría vital. No todo es gorgoteo de cañerías y fetidez. Su preocupación es no ser devorados por las ratas en ese submundo donde surge la obra. El libro que Trapisondas lleva entre manos es de tercero de ESO y habla del Tratado de Maastricht. Primera gran ironía. Sin duda, como dice Manhattan, estamos ante «una versión evolucionada del indigente». Las ironías sobre este submundo se suceden porque aman incluso la música de Beethoven, de Bach o Mozart, ante la que se quedan extasiados.

Surge el exterior, una nueva realidad en las escenas sucesivas, donde se nos habla de una sociedad enferma. Roban la comida de un cáterin y llegan a la casa de la condesa haciéndose pasar por los repartidores del cáterin. Entran en otro mundo bien distinto donde encontramos condesas, mayordomos, criados… Entramos en un mundo de esnobismo, arrogancia, poder... con personajes como Conrado, Eloísa, la Condesa... Con pocos trazos precisos Campos Suárez ofrece una imagen de ese mundo en descomposición pero con un poder omnímodo. Las clases sociales van surgiendo y mostrando su estado. Campos Suárez se adentra en sus circunstancias vitales y va estructurando ambos mundos; en ocasiones con recursos de fino humor como la cariacontecida Hermelinda, a la que le falta un hervor y la figura del mayordomo, que progresivamente se siente con poder en su desclasamiento de los propios. Surge también la sexualidad como un elemento relevante (Foucault tendría mucho que decir al respecto) de esa estructura social que es analizada críticamente por Campos Suárez. La irrupción del ministro en la escena quinta muestra la presencia del poder político entre esa clase social con la que comparte casi todo. El mundo económico y las ganancias y trapicheos toman el relevo para mostrarnos las alianzas de este mundo. En ese espacio de la casa, con sus idas y venidas por pasillos y salones, por cocinas y salas de música, vamos descubriendo en última instancia el subterfugio del poder, su aclimatación clasista y la lucha por la supervivencia de los más desfavorecidos. Ante el conformismo del mayordomo («la señora Condesa se ha portado muy bien con nosotros») juega la actitud crítica de Adela («Y te recuerdo que es sábado por la noche y en vez de estar en nuestras casas estamos aquí, sirviéndola»). La cibernética y el mundo de los hologramas surge como elemento dramático cuando Trapisondas se sorprende en una de las situaciones que alguien está siendo ahorcado. Un acto de crueldad con el que algunos miembros de esta clase se sienten plenamente en su salsa. Una búsqueda absurda de la felicidad que está en el trasfondo de la mayoría. Pero también el absurdo de un mundo en ciernes como en la escena donde Trapisondas con un rifle en la mano los hace que se arrodillen a los aristócratas y sucumban en su dignidad. Una leve victoria en un mundo donde siempre serán los perdedores como se muestra en la última escena.

Campos Suárez desde el humor y la técnica deformadora con continuos gags sarcásticos ha mostrado una dura realidad y un mundo contra el que se rebela críticamente.

‘Aristócratas’. Autor: Gonzalo Campos Suárez. Editorial: Invasoras. Zaragoza, 2020.