‘Chamanes y robots’. Autor: Roger Bartra. Editorial: Anagrama. Barcelona, 2019.

El ensayo Chamanes y robots del antropólogo de origen español Roger Bartra (Ciudad de México, 1942), subtitulado Reflexiones sobre el efecto placebo y la conciencia artificial, publicado por Anagrama (2019) comienza en su prólogo con una advertencia cuasi apocalíptica: «la gran expansión de la inteligencia artificial eliminará miles de puestos de empleos en un futuro», que está sustituyendo a trabajadores por robots, que realizan con mayor eficacia las tareas que hacen los humanos.

Para Bartra, estamos asistiendo a una profunda revolución tecnológica. Constata que se está generalizando un cierto temor de que estas máquinas inteligentes adquieran formas superiores de conciencia y de que, incluso, logren simular a las mentes humanas que funcionarían con soportes artificiales y sin cuerpo biológico. En sentido positivo, hay quienes tienen esperanzas de que ese futuro robótico genere nuevas formas de vida humana por fin liberadas de su estrecha condición biológica.

En este ensayo quiere explorar la extensión de las funciones de la conciencia en las redes culturales que los humanos hemos tejido a lo largo del tiempo, partiendo del ejemplo de cómo los rituales chamánicos influyen en nuestras texturas cerebrales.

Bartra quiere explorar en profundidad los ritos chamánicos, desde sus expresiones más antiguas hasta las formas que se presentan en la medicina actual. En el núcleo de estos rituales se encontraría el fenómeno llamado efecto placebo, que implica una estrecha relación (funcional) entre las operaciones biológicas del sistema nervioso central y lo que denomina los artificios de la cultura.

Son los ingenieros los que intentan que los robots funcionen con estructuras similares a las humanas. Construyen robots para dotarlos de algo semejante a una conciencia (o autoconciencia). Por ello, tanto los médicos como los chamanes desencadenan también en paralelo procesos en la mente de los enfermos para lograr sanarles.

Para Bartra, el placer y el sufrimiento serían los fenómenos que nos permiten poder relacionar al chamanismo y la robótica, porque ambos tienen como objetivo eliminar el dolor o disminuirlo.

La inteligencia artificial y los robots tienen como meta reducir las penas y las fatigas que afligen a los humanos cuando trabajan.

En una obra anterior, Antropología del cerebro, ya se había hecho eco de la relación entre el efecto placebo y la conciencia de los robots. Es cierto que los robots carecen de sensibilidad, por lo que podría parecer que por ello no pueden tener conciencia, pero si hay conciencia en todo el universo, la conciencia humana no dejaría de ser un híbrido singular propio de los seres humanos autoconscientes.

Con su teoría del exocerebro ha venido realizando investigaciones encaminadas a establecer vínculos entre nuestro patrimonio cultural y nuestras redes neuronales, estableciendo una novedosa interpretación del problema de la conciencia, desarrollando la hipótesis de que el funcionamiento humano del cerebro no se puede comprender sin tener en cuenta la conexión entre el conjunto de nuestras prótesis culturales y lo que define como exocerebro. Por tanto, nuestras redes neuronales (conciencia) incluyen a nuestras prótesis culturales y, a su vez, las estructuras culturales influyen en el funcionamiento de nuestro cerebro.

Desde Thomas H. Huxley sabemos que la conciencia no es más que el efecto colateral del funcionamiento del cuerpo, con la matización de Mario Bunge y su materialismo emergentista, que considera que lo mental no se reduce a lo físico, pero sí que emerge evolutivamente de lo físico. Somos materia dinámica que se articula en niveles físicoquímico, biológico y mental.

Estas propuestas se enfrentan a un problema de desconfianza mutua sobre cómo convergen la neurología y la antropología, entre las esferas cerebral y cultural. Entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Entre disciplinas duras como la física, la química de carácter científico y las disciplinas blandas como la antropología y la filosofía, de las que dudan de su carácter científico.

Cartesianamente, hoy nos vemos en la necesidad de trabajar estos saberes para articularlos y unificarlos en un solo dominio científico. En la búsqueda de un territorio común, aún dentro de las paradojas.

C.P. Snow proponía hace tiempo una cultura científica humanística.

Con este libro, Bartra invita al lector curioso a un viaje intelectualmente estimulante y que, espera, sea también divertido.