Cubierta de ropa negra llegaba la castañera a su puesto diario con la casa a cuestas. Los cartones amontonados para protegerse de los primeros fríos. Una pieza cilíndrica de hierro terminada en una rejilla sobre la que colocaba las castañas, en la parte interior la lumbre quedaba convertida en brasas, alimentada por combustible, unas veces carbón, otras astillas.

A su lado, periódicos amarillentos y desfasados cumplían su última misión, servían de recipiente para que comiéramos esas castañas calentitas, recién asadas, que nos anunciaban la llegada del invierno.

Hoy recordamos esas imágenes con otras castañeras diferentes, visten animados colores, añaden a su carrito juguetes, chucherías y otros enseres, pero ya no necesitan protegerse del frío porque se resiste a llegar, dicen que por el cambio climático. Estamos destruyendo el Planeta. Estoy segura. Veremos quién nos saca esa castaña del fuego.