Igual que miramos con detenimiento un mapa para reconocer el punto exacto en que se cruzan las calles, las plazas irregulares, los edificios públicos y privados, los monumentos y rincones exquisitos de una ciudad, así nos podemos asomar a esta obra de Ana Merino, El mapa de los afectos, ganadora del premio Nadal 2020, donde se cruzan con elegancia y hermoso lenguaje los personajes que en ella aparecen hasta conformar una red de vidas y sentimientos que se funden en una lírica reflexión sobre la naturaleza humana.

Es la historia de seres de humanidad esplendorosa, como Samuel, un niño escondido en su árbol secreto que contempla con ternura la vida y la naturaleza. No escapa a su mirada sensible e inteligente la belleza de los animales del bosque, ni las maniobras de los cazadores, ni los idilios de amor que la espesura cobija. Allí comienza su adolescencia observando a la joven maestra de la que se enamora platónicamente: «Valeria con esos vestidos de algodón floreados, el talle finísimo ceñido por un cinturón grueso de charol, y sus zapatos de tacón fino con un lazo grande» (pág. 14). La chica ha decidido casarse pero se da cuenta de que no soporta un matrimonio que es desgraciado desde el primer instante y se marcha sola, sin Paul, en el primer autobús que sale de aquel destino andaluz, escenario soñado de una idílica luna de miel, convertida ahora en fracaso estrepitoso. No sabe dónde ir y solo quiere huir: «Valeria, con su matrimonio, había querido planear su recién estrenada vida al milímetro, sin darse cuenta de que la vida hay que experimentarla más allá de tu propio pensamiento» (pág. 25). Esa tensión que la frustra solo hallará sentido al final del libro, tras el relato de otras muchas historias humanas que se cruzan en tupidas redes, para darse después pleno significado una a una.

Cada vida adquiere su dimensión en función de todas aquellas que la atraviesan, como es el caso de Lilian, esposa de un soldado de la guerra de Irak, secuestrada por un error fatal, que provoca con su desaparición el vacío de su madre, la angustia de su esposo, que caerá en la bebida a raíz de aquella terrible pérdida, y la de sus dos hijos que tomarán caminos diametralmente opuestos. Su secuestro es un relato sobrecogedor que alcanza una gran tensión narrativa y atenaza al lector: su angustia dentro del maletero del coche, sus reflexiones de altísimo nivel psicológico, su marido en constante peligro en la guerra y es ella la que debe afrontar una injusta muerte con el recuerdo de la de su padre, lo único que la tranquilizará en estos últimos y terribles instantes: «Para enfrentar la muerte, tenían que estar los muertos a su lado, y la de su padre era la única que podía acompañarla con serenidad» (pág. 49). Rabia, celos, locura y venganza, sentimientos estúpidos que destruyen la vida de una víctima inocente. Asistiremos a la soberbia del mal, al caos de la vida y a quienes, en su ignorancia ética, siembran a voleo semillas de infelicidad. Todo ese dolor tendrá que ser sanado por la luz de los que con su magnetismo de bondad conforman el mosaico hermoso de la vida. Los personajes que llenan cada capítulo atraviesan los demás, enlazados en redes vitales de existencia compartida que adquiere su sentido en la comunión de afectos. Cada vida está condicionada por los seres que nos rodean en un mapa de pasiones, vivencias y dolor; y el magnetismo de esas emociones los llevará al amor y la racionalidad, en unos casos, o bien al odio y la sinrazón en otros; pasiones y vidas que se mueven al unísono, hasta componer, al fin, una hermosa sinfonía de sentimientos humanos.

Asistiremos a la redención de prostitutas como Emily, a la humanidad derrotada y al final esperanzada del camarero exalcohólico, los compañeros de víctimas y asesinos, los hijos y los ancianos, sacerdotes y feligreses, gais y homófobos, migrantes en patera en España o atravesando el desierto de Méjico; nos asombraremos ante la crueldad de Claire y más aún ante la plena comprensión de esa crueldad por parte de Irene, símbolo de las personas buenas que pueden revertir con su profunda humanidad la maldad de otras; habrá espacio para el falso feminismo y la verdadera sororidad, el cambio climático, la violencia o el amor a los animales como antídoto contra la tristeza y soledad.

Frente a la maldad, la esencia del bien es siempre más poderosa; se convierte en bálsamo para los dolores vitales y en acicate para disfrutar la vida con ilusión. El libro es un brillante testimonio de la inteligencia ética como forma sublime de conducirse en la vida frente a arteros que copan los primeros puestos o se enriquecen teniendo menos méritos que el resto: una red de sentimientos y humanidad que sitúa al lector ante el dilema de la vida, llevándolo a la reflexión sobre posturas éticas, a la contemplación de sí mismo como si estuviera frente a un espejo moral. Y, aunque a Aurora, representante de una empresa española de aerogeneradores, la recibe en EEUU un asolador tornado, también hay vientos buenos que producen energía y bienestar. Así son también los sentimientos humanos, algo natural como los vientos: devastadores unos, balsámicos otros; y en ese aparente caos y vendaval que es la vida, en ese maremágnum de vientos y emociones, los afectos, positivos unos, destructivos otros, conviven en nuestra naturaleza humana para mostrarnos qué vientos pueden guiar con éxito nuestra vida frente a las pulsiones destructivas que, en su torpeza, dañan con igual fuerza a las víctimas inocentes como a quienes las originan.

Precioso libro que es una radiografía de la vida y los sentimientos, del poder del amor y la bondad, de la belleza capaz de albergar la fragilidad humana.

‘El mapa de los afectos’. Autor: Ana Merino. Editorial: Destino. Barcelona, 2020.