Aparenta ser Miguel Hernández uno de nuestros poetas más estudiados. La bibliografía en torno a su obra se ensancha, diversifica y concreta en matices a veces inesperados. Algunas de las últimas obras que se han publicado sobre el poeta han sido Miguel Hernandez. Poesía esencial (Alianza Editorial, 2017), La obra completa de Miguel Hernández (Edaf, 2017) y De nobel a novel: Epistolario de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina Manresa (Clásicos Castellanos, 2015) junto a Epistolario general de Miguel Hernández (Edaf, 2019). Y cuando se tiene entre las manos un libro tan esencial y explícito como es este citado últimamente, de nada menos que 1.150 páginas, es normal que el interés desborde el sentimiento. Se lo debemos a dos reconocidos estudiosos que son Carlos R. Talamás (que firma el preliminar) y Jesucristo Riquelme (responsable de la edición de textos, notas y comentarios). Por eso, Talamás, después de escribir que «leer las cartas de Miguel Hernández emociona: emociona tanto como entristece y alecciona a la vez», presta atención a tres cartas firmadas. Una por Cesáreo Rodríguez Aguilera y otras dos por Pablo Neruda, quien en 1960 mandaba una en forma de mensaje al poeta de Orihuela y afirmaba que «Recordar a Miguel Hernández, que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor».

Salpicado el texto de fotos muy diferentes, entre ellas del poeta y de Josefina Manresa, e igualmente de oportunas reproducciones de cartas manuscritas o de otros variados documentos gráficos, da noticias tan variadas como la de que -en precisión de Talamás- tales cartas se escribieron entre 1930 y 1942, unas a un círculo de amigos escritores y otras a familiares o a Josefina Manresa, la primera destinataria, sirviendo todas ellas para seguir el «itinerario vital de Miguel Hernández: desde Orihuela, desde su establecimiento en Madrid, sus emplazamientos en guerra y su turismo carcelario».

Sin duda, la labor de exhaustiva investigación en archivos y lugares tan poco esperados por parte de los editores da como resultado un excelente prólogo que tanto ayuda a la interpretación y contextualización de las misivas. Este prólogo, de 110 páginas, está plagado de información, desde esa que anota que «todas las cartas reunidas en este libro son cartas privadas», hasta la clasificación que concreta el número total de cartas presentadas, 488, de las cuales se computan, entre otras, 334 dirigidas a Josefina Manresa, 30 a familia propia o de Sijé, y 9 a Rodríguez Spiteri o 4 a García Lorca y otras 4 a Aleixandre, si bien -como aclara igualmente Riquelme- «las cartas de Miguel Hernández son auténticas sartas de lamentos»; y de ellas igualmente escribe que «asisten a los pormenores de lo cotidiano, a las penurias, a las pequeñas ambiciones o pesares».

El mismo Riquelme, en su fundamentado prólogo, hace una revisión de todas esas cartas: a Josefina, enviadas a García Lorca, a Cossío, o remitidas por Sijé, Fenoll, etc., y luego será el lector el que, con curiosidad y paciencia, se irá deleitando en ellas y conociendo el corazón de Miguel y las opiniones que otros iban teniendo sobre él. Aleatoriamente, entre esos documentos tan valiosos, encontramos uno del 6 de junio de 1939, donde entre otras cosas le dice a su esposa: «Yo estoy de primera, Josefina, aunque os hecho mucho de menos por estos madriles. Aun así reúno energías para besar a nuestro niño cuando lo coja entre mis manos que no va a quedar de él ni la cresta, porque supongo que se la harías de nuevo. [...] No te preocupes por mí. Esto es cuestión de poco tiempo, ya lo verás, Josefina buena». El poeta, en la Navidad de 1934-1935, le envía una misiva de cuatro párrafos a Pablo Neruda, despidiéndose con este: «Escríbame, que le oiga su voz dolorida que duele: alívieme esta soledad de palma sin compaña, dígame algo aunque no me diga nada de lo que me importa». Y en otra para Carlos Rodríguez Spiteri, de 6 de abril de 1941, le ruega que medie para trasladar a Aleixandre estas palabras llenas de prudencia: «Vicente, comprendo tu retraimiento. [...] Se me hace más preciso cada vez el traslado. Ponte de acuerdo con todos nuestros amigos de rigor para gestionar el traslado al reformatorio de Alicante». Es curioso, en este sentido, que Miguel se definiera como «mendigo de favores», pues se explica en la página 89 que «pasó toda su vida pidiendo, sobre todo, dinero, pero también favores literarios que estuvieran a la altura de su dignidad y de su calidad como escritor».

Téngase en cuenta, dado que las cartas más numerosas son las dirigidas a Josefina Manresa, que a la publicación de 2011 de Mª Paz Hernández Egido Cartas de Miguel Hernández a Josefina Manresa, se añaden ahora algunas nuevas, comentadas en el parágrafo «Miguel Hernández, impenitente corresponsal: a Josefina, novia y esposa». Y no olvidemos, por fin, tampoco lo que concluye Riquelme: que todas son «cartas y hojas sueltas cuya tinta pierde consistencia, en un papel deleznable, pero que todavía mantienen incandescentes los rescoldos palpitantes de sus palabras». Y de nuevo insistimos en que esta edición contiene frecuentes y valiosos documentos gráficos y fotografías que ilustran y acompañan tanta buena letra de confidencias y de amor.

‘Epistolario general de Miguel Hernández’. Compiladores: Jesucristo Riquelme y Carlos R. Talamás. Edita: Edaf. Madrid, 2019.