Se puede hacer público un argumento sin caer en el hundimiento de la obra. Éste es el caso. Mateo, un joven adolescente espera la muerte de su madre, se escapa para buscar a su padre, del que poco sabe salvo dos apuntes: que es un imitador de Elvis Presley y que abandonó a su madre antes de nacer él. Por su parte, Sofía, una treintañera se ve en la necesidad de visitar a su antiguo novio, que la dejó hace seis años, porque ha salido de un coma tras un accidente de tráfico y la nombra. Entre ellos un pueblo, Cariño, con fantasmas o recuerdos, olvido, realidad, cruces de caminos para realizar un ejercicio de narración extraordinario.

Miguel Ángel González presenta un volumen de doscientas diez páginas con el arte de amasar historias, en ese aspecto -lo apuntamos como virtud- es clásico o más bien tradicional. Para el lector es una gozada saber por dónde camina. El aspecto novedoso es que logra envolverlo en una narración que a veces es hipertextual, que a modo de muñecas rusas una historia esconde otra y encajan perfectamente. La argumentación anterior corre paralela a otras historias, que incluso se detallan con fotografías a modo ilustrativo. La visible maquinaria relojera de la construcción se ofrece a la vista, pero causa el mismo efecto de apreciación de las partes transparentes de un reloj. Una diminuta pieza sirve para que el mecanismo funcione con armonía. Los relatos breves son como piezas musicales que hace respirar la pieza mayor, la novela. Unos existen por los otros y viceversa.

La singularidad de este texto la conforma el estilo. La sobriedad y sencillez del lenguaje podrían ser apariencia de pobreza narratoria, pero la magia de este libro radica en el virtuosismo de situar la acción en una cuerda floja, algo tan sencillo a su vez es bello porque entraña riesgo, y mucho. La parquedad es virtud hasta tal extremo que la ausencia de adjetivos se convierte en norma. Tan solo aparecen de vez en cuando para dar un poco de color al párrafo, una breve pincelada. Esa característica marca el ritmo al lector provocando un estado de calma, pese a que nos están contando verdaderos borbotones de vida. La magia del alfarero que sabe hacer sencillas vasijas pero que el resto es incapaz, porque no majea el arte. Y entre ellas la «tejné» reside en que la historia mencionada se entremezcla con personajes como Eduardo Manostijeras, Richard Nixon o el propio Elvis Presley. Ojo, para salir airoso.

John Cheever de manera explícita y un John Ford, el de «Canadá», se sugieren como posibles influencias en el autor, pero destacaríamos la viveza de los diálogos, que nos permiten reconocer al autor también con incursiones en el género teatral y la estética de algunas escenas, que también nos permite llegar hasta la relación de este con la cinematografía. Después de obtener con su primera novela el premio Café Gijón en 2015 ha resultado un hallazgo este nuevo título, que asombra desde la cuidada sencillez, un remedo también de Salinger, con unos personajes en busca de algo tan esencial y humano como es un abrazo.

‘Cariño’. Autor: Miguel Ángel González. Editorial: Alianza Editorial. Barcelona, 2018.