Hace unos días veíamos en la feria de Arco una instalación móvil cuyo precio excedía el millón de euros. Las artes plásticas, incluso las del arte contemporáneo, se venden, se compran, se cotizan. De otro modo, también la música, el teatro o el cine generan ingresos tanto a creadores como a

intérpretes. La poesía es el único arte que no se paga. Poetas y poetos se sienten bien recompensados si les dejan leer o decir sus versos. Ufanas, acuden las mujeres allí donde las llaman, ya sea la universidad, una fundación, el patio de una casa o un café cantante. Como ufanos se suben ellos a un escenario, se acodan en la mesa de un bar o de una asociación. Por la cara. Aquí no cobra nadie. Los derechos de autor son tan ridículos que el editor olvida liquidarlos.

¿Quién compra libros de poesía, eso que tanto

adorna?

Cuánto vale un poema. Cuánto vale un poema de Pablo García Baena.