Con la trayectoria que Manuel Moya lleva recorrida, este autor onubense de Fuenteheridos se arriesga a jugársela con un nuevo libro cuyo contenido es un único y unitario poema. Moya es de esos pocos autores que guardan un alto nivel tanto en el terreno de la poesía como en el de la narrativa. Ese dominio del lenguaje, de los recursos, de los tiempos, de la colocación apropiada, hace que se desenvuelva con comodidad en cualquiera de los dos terrenos, incluso cuando intenta algo más híbrido.

Bajo ese fluir constante de la conciencia --y del inconsciente, que también se deja ver con una pulsión clara y enérgica-- la voz entra en el lector con una facilidad asombrosa, sin contemplaciones. Directa. Sin intermediarios de ninguna clase. En ese "aparente desorden" de la voz en su discurrir sobresale un equilibrio en el discurso narrativo o prosaico más calculado de lo que pueda mostrar esa primera apariencia, un juego de fuerzas que hace que no decaiga el tono, la intensidad, a lo largo de este planteamiento.

Esta suerte de reflexión interna que busca proyectarse hacia fuera ahonda en las dudas del ser humano, en la existencia como una motivación cargada también de exigencias, y en la que los sentidos --lo sensorial, tocar es la acción que se revela como una de las más activas-- guarda su parte de relevancia. La voz se sabe perdida pese a todo, pero hay una lucha, un debate, un mostrar esa vitalidad a través de la insistencia en las cosas más cercanas, más íntimas, porque es esa duda permanente la que logra dejar encendida la voz como un piloto que no se apaga, aunque ande a veces al borde de la extenuación. Un lirismo el de esta voz que de pronto puede repuntar girando hacia un tono más coloquial pero que en ningún caso pierde de vista el objetivo, la visual esa posible salida de emergencia; lo aparentemente inerte de pronto cobra vida, lo dormido parece recuperar la conciencia, a una velocidad vertiginosa, y aunque haya algún instante efímero que parece que la voz se pierde en alguna divagación reiterativa, al momento vuelve a la senda trazada con más fuerza.

Ese yo que cambia a tú, ese ligero desplazamiento del objetivo de la cámara que nos pone en guardia ante el más mínimo detalle no es más que un salirse fuera para trazar una línea paralela que se fundirá luego sin estridencias con el yo. No hay que entenderlo como un simple ejercicio, forma parte de la propuesta poética, de esas variaciones que inciden en que el equilibrio del discurso no se rompa, no decaiga.

En este itinerario la voz ahonda en lo más profundo del yo, entra en él y nos lleva de la mano, para desmenuzar la existencia como parte de una búsqueda que no termina: las zonas de vacío, el miedo al hoy, al mañana, las batallas perdidas, el diálogo con Dios, etc, etc, porque al final no hay tal puerta de emergencia, y si aparece podríamos llegar a pensar en la muerte como parte de ese simbolismo, sobre todo en el tramo final del poema.

Un itinerario enriquecedor, imprescindible para ahondar en la poética de Manuel Moya.

'Salida de emergencia'. Autor: Manuel Moya. Edita: La isla de Siltolá. Sevilla, 2014