En 2003 publicó una interesante antología de sus versos titulada ‘Dulce plantel y canon’, de la que destaca Luis García Jambrina, entre sus notas dominantes, el fino humor y una cierta religiosidad. Sobre su lenguaje subraya que es extraordinariamente plástico, musical, sensorial, lleno de cultismos y preñado de audacias verbales.

Si hace veinte años Fernando de Villena decía que José de Miguel era un poeta casi desconocido en la feria de las vanidades del mundillo literario, lo doloroso es que aún hoy, cuando el poeta ha muerto y posee una dilatada trayectoria, es un vate poco leído y poco estudiado. Porque como el propio José de Miguel decía en un poema: «Abandonadme, amigos,/como a pecio en deriva,/pues que mi nombre opaco no luce en el altivo/palmarés cortesano de los éxitos».

No importa demasiado, sólo los versos importan verdaderamente y los poemas de Pepe de Miguel estarán ahí siempre y serán requeridos, leídos y estudiados por su originalidad, por su autenticidad, por su diferencia.

Para mí fue un orgullo contar con su amistad y leerlo constantemente. Era tan prolífico que seguro que habrá dejado dos docenas de libros sin publicar. No todos sus amigos lo tomaban en serio porque la calidad de sus versos eran poco creíbles, pero había en ellos majestuosidad y calidad a raudales. Ha muerto, pues, uno de los poetas más grandes de España. Si alguien lo duda solo tiene que abrir uno de sus libros y comenzar a leerlo. Ni se creerá que exista tanta belleza en esta era de poetas-políticos que piensan sólo en la vulgaridad del efímero triunfo.