Con frecuencia me pregunto si, desde que aterrizamos en este enmarañado mundo, venimos ya sellados por ciertos amores o desamores que nos puedan condicionar nuestra vida. Este año, aun siendo un tanto especial, nos vuelve a rondar puntualmente el fantasma amoroso de san Valentín, atrapándonos en su romántico y maravilloso universo. Catorce de febrero, san Valentín. La fiesta en sí es conocida como un evento cultural significativo, donde se resalta la importancia del amor. Parece ser que, pese a la creencia de su origen comercial, a la cual me he sumado siempre, su historia viene de mucho antes, concretamente del siglo III, situándonos en la ciudad de Roma donde cuentan que, Valentín, fue un sacerdote sometido a martirio y decapitado por celebrar matrimonios de jóvenes enamorados.

Siempre he sido muy reacia a celebrar esta festividad, pero quizá este año haga una excepción, cogeré una copa de buen vino, haré un brindis por aquellos amores que pasaron por mi vida, también por los presentes, por supuesto, y no dejaré en el olvido esos que, no tengo la menor duda, aún están por llegar.