‘Matices.

Antología poética (1974-2016)’. Autor: Diego Martínez Torrón. Edita:Cátedra. Madrid, 2018.

Cuando el lector tenga en sus manos Matices. Antología poética (1974-2016), en edición de su propio autor Diego Martínez Torrón, se dará cuenta de que es un libro extraordinariamente bien ordenado, en tanto que el prólogo que firma José María Merino esquematiza con absoluta claridad su contenido y en tanto que el mismo poeta ha querido introducirlo con una explicación o estudio preliminar para que su poesía, que es lo mismo que decir su trayectoria lírica y la temática que la caracteriza, sea comprendida con rigor y amplitud. Asimismo, en atención a ese orden que señalamos, cierra el libro un clarificador «Índice temático de poemas» que, de considerarse oportuno, orientan la lectura de los mismos agrupándolos en quince bloques de contenido (amor, Córdoba, Dios, muerte, naturaleza...) que descubren los asuntos líricos que han guiado la escritura del autor. Por si fuera poco, entre las páginas 65-71 se reseña la bibliografía esencial que es necesario manejar para conocer igual al Martínez Torrón ensayista que al poeta.

A esa aludida diversidad se quiere referir en su introducción Martínez Torrón, que la va exponiendo a lo largo de nueve epígrafes desde ese primero titulado «La Diosa Blanca. El amor», en el que escribe que no se comprende «la obra de un autor si no es a través del concepto del tema del amor», hasta el último que centra en «La Muerte», aclarando: «La muerte y el amor van asociados en mi última poesía, como corresponde a la época de madurez...». Ahora bien, este autoanálisis de la temática lírica va precedido de una exposición del pensamiento del poeta, que por una parte se define como «independiente», y por otra, cree tener una «obra diáfana y transparente, como quizá debe serlo la lírica del siglo XXI».

A partir de la concepción de que «la poesía es a la vez sentir y pensar, a la vez que comunicar de modo directo, sencillo, intuitivo y claro», Diego Martínez Torrón ve conveniente vincular vida y poesía, acotando adecuadamente ambos términos y emparejándolos al formular que «para mí la obra literaria surge siempre de la experiencia de un autor, transfigurada convenientemente por el estilo». Este lo obliga, evidentemente, a bucear en su biografía de un modo bien detallado, hasta poder concretar: «Córdoba es así la ciudad de mis versos, y que me arropó con su belleza y humanidad, desde mi infancia hasta ahora...». Esta convicción justifica que Córdoba sea precisamente uno de los núcleos temáticos de su poesía, destacando de esa ciudad que los «amaneceres y atardeceres en su sierra, siempre con mil luces diferentes, han inspirado tantos de mis poemas».

El hecho de que el amor a su mujer, Maripi, fuera el motor de la poesía de Martínez Torrón, ayuda a comprender que el libro que compila toda esa poesía se titulara Al amor de Ella. Poesía completa 1974-2014 (Alfar, 2016) y que al amparo de toda esa trayectoria lírica -que comprende una decena de poemarios- pueda publicarse ahora esta otra recopilación esencial Matices. Antología poética (1974-2016), que reúne un total de 233 poemas seleccionados y de los cuales solo uno, el último y de solo tres versos («Detrás de la luz.../...solo queda el olvido./Pero la luz es tan hermosa...»), es inédito hasta figurar en esta antología.

TRES ETAPAS

Ya el mismo José María Merino en su prólogo, basándose en declaraciones del autor, separa tres etapas en la poesía de Martinez Torrón: una primera caracterizada por la «estética surrealista» (que se daría en los libros Deliquios y Guiños), otra siguiente denominada «estética de la sencillez» (constatable en Alrededor de ti, Las cuatro estaciones y el amor, La otra tierra, Tres pájaros en primavera y Sobre tus labios), y una última que prima «reflexiones que transmiten vivencia» (desglosada en Adagio al sol, Fantasmas en la niebla y Llorar por Ella). Así, al inscribirse los diez poemarios cuyos versos se antologan en el volumen a una u otra de tales etapas, podrían ser los siguientes los que las ejemplificarían: a) «Noche./Noche de ríos en la cintura./Noche de cristal oscuro, de frío espejo/[...]» (de Guiños); b) «Tus ojos/tienen brillo/de vino viejo,/silencio/de pueblos/dormidos; palabras/furtivas:/destella/tu risa/en tus ojos» (de Las cuatro estaciones y el amor); c) «Seremos/alguna vez/tan solo/lo que hayamos/sembrado/en una mente/que nos haga/resucitar:/en una emoción,/en un recuerdo» (de Llorar por Ella).

De entre esa amplia temática que cultiva en sus versos, los dedicados a Córdoba tienen para el poeta una significación especial, que se sustenta por ejemplo en estos de La otra tierra: «Córdoba es una deidad antigua,/arcaica y morena,/luminosa y ciega./Y el tiempo/-¿envejezco?-/me parece eterno».