Percibir la elegancia sublime del silencio tallado de luz dentro de un poema. Respirar el destello feliz de los cerezos cubriendo la tarde de ternura y nieve. Adentrarse sin prisa en Las aguas detenidas o Ensayando círculos, dos libros memorables, es tocar la poesía de Álvaro Valverde con los ojos en vilo. Nadie ha conseguido urdir con dos o tres versos mágicos, esenciales, el vuelo de un mirlo en la brisa azul de mayo o escribir la inocencia de un bosque deshojado del modo que lo hace Álvaro Valverde.

El poeta extremeño ahonda en el misterio y en la melancolía a través de la reflexión. En su libro reciente, El cuarto del Siroco, hay piezas sublimes, de un lirismo hipnotizante: «Allí donde se roza/el misterio del cielo».

Los versos de Álvaro son ánades que alzan la luz reflexiva y honda de la tarde en sus alas de cuarzo. Uno entra en su poesía y sale bañado de serenidad.