Las maravillas es una cruda novela sobre la desigualdad y el dinero, una reflexión que viaja varios decenios a través de la vida de dos personajes femeninos, María y Alicia, unidos en un periplo vital signado por la falta de dinero. Tal realidad, que en ambos casos malogra las posibilidades de progreso o de realización personal de ambas, dibuja la estrecha relación entre lo íntimo y lo económico, y la influencia decisiva de ese binomio en la configuración de nuestros propios límites en las sociedades actuales.

La autora traza un camino de ida y vuelta en las vivencias de ambas mujeres, siendo su ciudad de origen -precisamente Córdoba- el germen de una trama desgarradora. María, la mayor de ellas, decide marchar a Madrid a finales de los años sesenta para buscarse la vida como limpiadora. Su historia personal y las precarias condiciones en las que ha vivido en la capital se ven acentuadas por la incomprensión y la invisibilidad, especialmente dolorosa dado su compromiso social y feminista.

Alicia, una joven cuya infancia se ve truncada por un trágico acontecimiento, abandona también la mencionada ciudad andaluza para llegar a la capital, donde sobrevive en un puesto de trabajo «subterráneo», sacrificado y poco estimulante. El peso del dinero influye decisivamente en su historia familiar y ahora condiciona su situación emocional y sus relaciones sociales.

Los vínculos que anudan ambas historias, contadas de manera paralela, nos permiten analizar el papel de la mujer en el actual modelo socioeconómico y cultural, identificando en María y Alicia actitudes similares aunque no idénticas. En la primera, no existe un conflicto con su identidad, con sus raíces, a pesar de que estas le empujan a tomar una amarga decisión: la asunción de un sacrificio definitivo en su vida. Su objetivo, sobrevivir a la asfixiante opresión que ejerce sobre la clase humilde la falta de medios económicos. Por otro, en Alicia el «desclasamiento», el desarraigo, el dolor heredado en forma de rencor como resultado de esa oscilación sistémica y azarosa, el fino hilo entre la riqueza y la pobreza -una cuestión tan pertinente en las actuales condicione-, que acabará con su estabilidad familiar y emocional; en ella, la reacción ante un pasado que quiere borrar, que la angustia como una pesadilla infinita.

Elena Medel configura un argumento en el que la situación de las protagonistas y -por qué no decirlo- su soledad en un mundo en el que no pueden permitirse ser felices articulan varios temas de gran calado. Así, percibimos que la libertad o la felicidad del ser humano se encuentra en una relación de subordinación con la clase social o las circunstancias socioeconómicas que van dictando su rumbo. Acertar o no en sus decisiones no tendrá un gran valor, ya que a pesar del esfuerzo o del talento, la rueda no para de girar en el mismo sentido y es el dinero el que va trazando el camino que pueden recorrer, sin posibilidad alguna de retroceso.

Por otro lado, de especial relevancia en la obra es la perspectiva feminista que adopta la narración. La trama se encuadra de manera circular en la manifestación del día de la mujer del año 2018, un acontecimiento cuyo significado, de una u otra manera, ofrece posibles respuestas en ambos personajes.

En la obra, Medel aborda la cuestión de machismo, del clasismo y cómo ambas formas de desigualdad residen en el aparato social y, como consecuencia, afectan a lo más íntimo de la condición femenina. El abnegado sacrificio de María, además de su valentía -acaso una desoladora y moderna rebeldía- y su compromiso sugieren un cuestionamiento acerca de la posibilidad y la forma de materializar la felicidad. María progresa mínimamente a lo largo de su vida, aunque reafirma la lucha por la igualdad y la libertad cuando toma decisiones trascendentales para su historia personal. Alicia interpreta el mundo en un modo conformista y resignado, representando la descorazonadora situación de jóvenes de su generación y condición social. La situación de ambas nos permite apreciar con nitidez los obstáculos para el crecimiento personal, o para el configuración de sus expectativas: las renuncias, las pérdidas y, en definitiva, un inevitable fracaso.

A pesar de esa precariedad -también emocional-, de la desilusión y de la imposibilidad de luchar contra un destino que narran el capitalismo y la sociedad patriarcal, hay en Las maravillas un atisbo para la esperanza -para la lucha- en el encuentro, en la sororidad, en la igualdad. Sin embargo, desgraciadamente, esta violencia económica y simbólica continúa erigiéndose en un doble techo que hace necesaria la adopción de una perspectiva feminista. Con esta novela, la autora contribuye de manera contundente al hallazgo de nuevas posibilidades narrativas que el contexto actual ofrece a la novela y al feminismo. Hay en esa precariedad un pretexto acorde con el nuevo paradigma que la escritura debe abordar, un lugar donde las historias de mujeres deben ser susceptibles de ser consideradas universalizables. Ese es el nuevo realismo social de la literatura. La cordobesa Elena Medel, sin duda una de las realidades más sólidas de la literatura en lengua española, debuta con una novela descarnada, valiente y necesaria en la que la convicción feminista va de la mano de la literatura.