El número 1 de la revista de poesía Cántico salió a la luz en el mes de octubre de 1947. Su portada mostraba la figura de un ángel, realizada por Miguel del Moral. Aquel primer número de Cántico se abre con un poema auroral de Pablo García Baena titulado «Ágatha», ubicado bajo una ilustración floral en la cual puede leerse el lema Dum luceo, in cinerem labor (Al tiempo que brillo, me deshago en cenizas), y donde se ve un rosal envuelto en llamas, rodeado de otras plantas en flor (páginas 1-2). Evidentemente, hay en él una alusión a la brevedad de la vida y al tópico literario del tempus, irreparabile, fugit.

Y vamos ya con el poema auroral de este número 1 de Cántico, firmado por Pablo García Baena. Destaca en él la gran libertad formal que lo inspira, pues está escrito en versículos impregnados del fuerte aliento de la prosa modernista de Ramón María Valle-Inclán (las Sonatas), acaso de la influencia de Rubén Darío y de Juan Ramón Jiménez. Es, por consiguiente, un poema narrativo, de carácter memorialista y elegíaco, de raíz eminentemente neorromántica.

Se hace patente en él el influjo de la Sonata de otoño de Valle-Inclán, y con ello destaco el carácter poético de su prosa, con un marcado ritmo, audible y casi visible. El jardín, los motivos vegetales y florales, la decoración, los objetos refinados y las piedras preciosas, el ambiente pagano de las vestiduras, la palidez y la blancura, el desasosiego y los malos presagios de los amantes. Todo ello sitúa al poema en una atmósfera neorromántica y neomodernista.

Recuérdese que la Sonata de otoño fue la primera en ser publicada, en el año 1902; seguidamente se publicó la de verano, en 1903; en 1904, la de primavera y en 1905, la de invierno. En la de otoño se evocan los amores entre el marqués de Bradomín y su prima Concha, ubicados en un pazo gallego.

Sensualidad y carnalidad destilan por estos largos versículos de García Baena, como sobre la prosa modernista de Valle-Inclán, de estilizado erotismo y no sin cierta languidez decadentista, pletórica de símbolos de este cariz.

Cuando el poeta cordobés publica este poema que vengo calificando de «auroral», por haberse publicado como primer texto del número 1 de Cántico, tiene veintiséis años. Un año antes, en enero de 1946, había publicado su primer libro, Rumor oculto, en la revista Fantasía.