El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, nos recibe en su despacho minutos después de acordar con el Cabildo Catedralicio el cierre de la Mezquita-Catedral al turismo como medida para intentar controlar la expansión del coronavirus. La entrevista, solicitada desde hace semanas para valorar sus diez años al frente de la Iglesia Católica en Córdoba, se ve irremediablemente condicionada por la situación que vive todo el país. El obispo relata a Diario CÓRDOBA las medidas tomadas en ese momento, pero también las que pueden estar por llegar en breve: se paraliza la actividad no sacramental y se mantiene la sacramental, pero Fernández ya advierte que «antes o después» las iglesias se van a cerrar, «pero no vamos a cerrarlas nosotros estando abiertos los bares». A esa hora del viernes todavía no se había suspendido la Semana Santa ni se había prohibido a la población moverse con normalidad por la ciudad. Todo eran «recomendaciones». Los hechos avanzan tan rápido que apenas unas horas después se decreta el estado de alarma y cambian algunas cosas. Recurrimos al Whatsapp para revisar con Demetrio Fernández su visión de estos temas.

-¿Cómo valora la decisión de suspender la Semana Santa?

-Si hemos decidido el alcalde y yo suspender las procesiones, las estaciones de penitencia de esta Semana Santa, es porque conviene tomar cuanto antes una decisión porque de ella dependen muchas personas, contratos y mucho movimiento y no lo podemos dejar para dentro de quince días sino que ya, hoy, viendo la situación y ateniéndonos a las indicaciones que nos hacen las autoridades sanitarias, como buenos ciudadanos queremos contribuir solidariamente a la no expansión del virus y queremos ayudar en lo que podamos. Queremos que la suspensión de las procesiones, que es algo doloroso, sea un bien mayor para todos en este momento de prueba. Nos encomendamos a nuestros respectivos titulares, a Cristo el Señor y a María Santísima, nuestra madre y a San Rafael para que nos protejan.

-¿Habría que cerrar las iglesias?

- Estamos a los que nos diga la autoridad, pero en el borrador del decreto no se prohíbe que estén abiertas, pues mantengámoslas abiertas sobre todo para las horas de misa, aunque están dispensados los fieles, pero hay personas que quieren acudir. Siempre, guardando la distancia debida y atendiendo a las recomendaciones de las autoridades sanitarias.

-¿Cómo cree que cambiará nuestra visión del mundo a partir de los hechos que estamos viviendo estos días?

-Dios está cerca de nosotros en este momento más que nunca y esta situación nos va a hacer más solidarios entre nosotros, más humildes ante Dios porque la vida pende siempre de un hilo y nos hará más entregados a los demás en lo que necesiten.

-¿Cómo han sido estos diez años en Córdoba?

-Muy bien, es una diócesis muy viva. Lo he comprobado conociendo todos los grupos, las parroquias y las cofradías. Me han acogido muy bien, porque la gente tiene fe. La diócesis de Córdoba es una diócesis viva y me alegra servirla en el nombre del Señor.

-¿Su energía es ahora la misma que cuando llegó?

-No, claro, es evidente. Han pasado diez años, estoy más desgastado. Cuando uno tiene 30, 40 o 50 años no lo nota, pero acabo de cumplir 70. La energía que uno tiene es para gastarla, y todavía me queda bastante.

-Parece que ahora elude la polémica, ¿se corta un poco más?

-Yo no quiero generar polémica, lo que quiero es anunciar el Evangelio. El domingo pasado hablé de la eutanasia, así que no me he callado, pero en esta ocasión ha tenido menos eco. Puede ser que haya una estrategia de los medios para no darme tanto altavoz, pero yo no he dejado de hablar. Seguiré diciendo lo mismo.

-¿Hay más contundencia en la Iglesia en el ejercicio de la caridad que en la exigencia de una justicia social?

-La caridad que la Iglesia ejerce incluye la justicia social y va más allá porque abarca una motivación mayor. No es una elección, no es una alternativa: o justicia o caridad. Juan Pablo II, Benedicto XVI y el papa Francisco defienden que la caridad cristiana incluye el respeto de los derechos, salir al paso de los más débiles. La justicia es darle a cada uno lo suyo, pero Jesucristo dice que demos la vida, la caridad es un plus.

-¿La caridad es menos efectiva para conseguir el cambio que la justicia?

-Los grandes revolucionarios de la historia han sido los santos, han derrochado caridad. Mira la madre Teresa de Calcuta, nadie ha hecho lo que ella por los pobres y su acción ha movido mucho para que se haga justicia. La predicación de la caridad hace que mucha gente se ponga en camino para dar lo que se les debe a los pobres. Lo que ocurre con los barrios pobres es que no podemos resignarnos a que estén así durante años. Los he visitado y he entrado en casas en las que en tres habitaciones vivían tres familias, cada una de ocho o diez miembros. Yo creía que eso no existía hasta que no lo he visto con mis propios ojos. Podemos implementar programas de educación, de protección de la mujer y de los niños, por ejemplo.

-La administración manifiesta voluntad de solucionarlo, pero la desigualdad es creciente.

-Yo creo que se ha ido mucho esfuerzo en programas que no han llegado, incluso haciendo inversiones millonarias. Las cosas son mucho más sencillas, yo no soy un programador social, pero hay gente sociológicamente preparada y las autoridades disponen de todos esos medios, falta arrojo en este tema. Falta una sobredosis de caridad para poder cumplir la justicia. Visto el abandono escolar, ¿no se puede hacer nada? Yo ofrezco nuestros colegios y a nuestros profesionales para que lo cambiemos.

-¿Por qué el papel de la mujer en la Iglesia sigue siendo secundario en el siglo XXI?

- Creo que hemos de progresar en ese sentido más que nunca. En la visita pastoral, la inmensa mayoría de las personas que me he encontrado son mujeres. Ya juegan un papel importante en las parroquias.

-El papa Francisco dijo «servicio sí, pero sirvientes no». ¿Por qué los puestos de poder son reservados a hombres?

-Eso cambiará, el papa Francisco es uno de los grandes impulsores de este cambio, y yo me apunto a ese cambio. Las mujeres son muy listas y muy capaces, que no sean discriminadas por ser mujeres.

-¿Cómo se apunta a ese cambio? ¿Tendrían que poder impartir los sacramentos?

-Juan Pablo II y Francisco han dicho que si no hay sacerdotes mujeres es porque Jesucristo no lo hizo, y Jesucristo no fue un antifeminista. En el plano de la redención, la persona más importante que eligió para colaborar con él fue una mujer, la Virgen María. Ella es más importante que todos nosotros juntos, fijémonos en ella.

-¿Fue entonces una discriminación que Jesucristo no implicara a la mujer para impartir los sacramentos?

-¿Y no fue discriminación que eligiera a una mujer para ser madre y la principal colaboradora? Es más importante eso que lo otro.

-¿La Iglesia se adapta bien al ritmo del siglo XXI?

-Hay muchos aspectos en los que la Iglesia es pionera: en las acciones sociales, mucho antes de que existiera el estado moderno. La Iglesia históricamente gestionó los hospitales, las obras sociales y la caridad. Pero hay gente que quiere hacer ver que la iglesia va atrasada. Hay cosas en las que la Iglesia va por delante de todo el mundo: la dignidad de la persona, los derechos fundamentales. Decir que la Iglesia va a la zaga... yo creo que no.

-¿En estos diez años, se ha arrepentido en algún momento de aquel artículo que escribió pidiendo a la Administración que dejara de promocionar la Mezquita-Catedral con el término Mezquita?

-Cuando yo llegué a Córdoba ya se había tomado una opción, no fui yo, fue el obispo Javier (Martínez) y yo lo secundé porque donde fueres haz lo que vieres. Se cargó contra mí como si yo hubiera sido el que había quitado el nombre Mezquita, pero eso se hizo en los años 90, en los folletos y en todas las cosas que había de la catedral quitó el nombre Mezquita y puso Catedral.

-Pero usted fue más allá y pidió que la Administración dejara de promocionarla con la palabra Mezquita.

-Sí, pero ha habido un momento posterior en el que el Cabildo y el obispo hemos aceptado una demanda social y hemos llegado a un término de equilibrio: Mezquita-Catedral, para definir el monumento.

-¿Eso fue reconocer que se pasó en aquel artículo? ¿Considera que fue un error aquella petición?

-No, no. Yo solo continué con lo que había. Lo dije en consonancia y en coherencia con la postura adoptada previamente, no por mí mismo sino por la Iglesia en Córdoba. Y después no tuvimos ningún problema en cambiar el nombre. Es un ejemplo de adaptación.

-Como otros monumentos universales, la Mezquita-Catedral trasciende a la ciudad de Córdoba, pero tiene algo singular: la potencialidad de ser un punto de encuentro. ¿Se ha podido usar más como muro en los últimos años?

-No lo reduciría a la Mezquita-Catedral. La palabra Córdoba sugiere lo que estás diciendo. De hecho, he mandado auno de los mejores sacerdotes a estudiar a fondo el islamismo. La palabra Córdoba habla de encuentro. Uno de los problemas de hoy en día es cómo se resuelve la relación entre religiones, por tanto Córdoba está llamada a ser lugar de encuentro. Estoy convencido, pero lo que no puede ser es dar gato por liebre. Lo que no puede ser es aprovechar que pasa el Guadalquivir por Córdoba para decir «me quedo con la Catedral». No, perdona, yo puedo ser contigo muy simpático, puedo ir a tomar un café y puedo compartir todo lo que quieras pero la mujer no se comparte. Si tú te metes a compartir mi mujer, me parece que te has pasado.

-El hombre tampoco se comparte.

-Igual. La pareja. Y lo dije, y aquello inquietó mucho. Y me decían, es que tiene que enseñar a compartir. Sí, sí, pero hay cosas que tú no compartes con nadie, ni tu marido ni tu mujer, y si lo compartes es que no tienes ni idea de lo que es marido o mujer. Pues algo así. Córdoba es un lugar de encuentro, fomentémoslo, y aquí estoy el primero dando señales claras de eso, pero hay que decir ¡ojo!

-La Mezquita-Catedral puede ser el epicentro para desarrollar esa idea de encuentro. ¿Qué más puede hacer?

-Es que yo no pongo como epicentro a la Mezquita-Catedral.

-¿No ve esa oportunidad?

-No, porque a día de hoy es confusa. Si llegamos a un día en que no sea confusa no me importa. Creo que Córdoba es un lugar de encuentro, pero dejemos la Mezquita-Catedral. En el futuro ojalá, pero hoy es un punto muy delicado.

-¿Qué le dice el papa Francisco sobre este tema?

-Hemos hablado varias veces. Dice que seamos buenos todos (risas). No te voy a decir lo que dice el Papa, pero es un tema que está presente en estas conversaciones.

-¿Estaría de acuerdo en que hubiera un órgano de gestión más participado?

-¿Más participado que el Cabildo? Son todos muy competentes y muy capaces.

-Hay partidos que están sancionando los proyectos de cooperación internacional y dicen «los españoles primero». ¿Los españoles primero o los necesitados primero?

-Hemos de estar abiertos universalmente, pero dice Santo Tomás que la caridad empieza por el que tienes al lado. Atender primero a las necesidades de mi familia y al mismo tiempo a los necesitados que están fuera de mi familia. Y Jesús en el Evangelio dice «acércate a tu prójimo, porque se te multiplicará lo que tú tengas».

-¿Le ha gustado el decreto de escolarización que ha aprobado la Junta de Andalucía en Córdoba?

-Sí, pone a disposición de los padres la libertad de ejercer el derecho de elección de centro educativo.

-¿Seguirá en Córdoba?

-Eso depende de Dios y del Papa. Yo, de Córdoba al cielo, no creo que haya un sitio mejor.