Hace casi un mes, un trabajador del comedor social trinitario fue herido al ser apuñalado por un antiguo usuario al que se había denegado la entrada por su comportamiento violento, un suceso que, en el actual momento de crisis, hizo saltar todas las alarmas ante la posibilidad de que fuera síntoma de un aumento de la conflictividad en la calle.

¿Cómo se encuentra el trabajador agredido?

Está bastante mejor, aunque sigue de baja médica, pendiente de incorporación.

¿Cómo interpretan lo ocurrido en el comedor? ¿Es un episodio puntual o revela algo más?

Nosotros entendemos que es un caso puntual porque en 31 años que lleva abierto el comedor hemos vivido situaciones complicadas, pero es la primera vez que se produce una agresión con arma. Además, la persona en cuestión no era usuario habitual, hacía un año y medio que no venía y ya se le denegó la entrada por problemas de conducta. Lo que no sabemos es si venía predispuesto a esa agresión, si sufre algún trastorno o por qué reaccionó así. El problema es que ocurre en un momento en que tenemos más presión social, cada vez hay más personas llamando a nuestras puertas pidiendo comida, ropa, duchas y la gente que viene está más ansiosa por las circunstancias que vivimos y la incertidumbre. Eso lo palpamos. No hay agresiones, pero se exaltan más fácilmente, se ponen más nerviosos, hemos tenido otro comportamiento agresivo de otro usuario que rompió material del centro de día...,pero no es lo habitual. Hay que tener en cuenta que la gente que viene a nosotros es la más vulnerable, la que ha dormido en la calle, en lugares abandonados, la que paga una habitación como puede y viene en situación severa de exclusión social.

¿En qué medida está aumentando la demanda en el comedor?

Está subiendo mucho. El número ha crecido aproximadamente un 30% respecto al año pasado y ahora estamos en temporada alta por las campañas agrícolas. Ya estamos dando de 140 a 150 atenciones diarias en el servicio de comedor con un sistema mixto en el que hay personas que se llevan la comida y un grupo reducido que se queda en el comedor porque con el covid solo pueden entrar 20 personas. Además, damos unos 40 servicios de ducha y tenemos el centro de día, que tiene también limitado el aforo a 20 plazas y que está siempre lleno, con gente esperando en la puerta a que salga alguien para entrar. Los gastos del comedor se han disparado desde que empezó la pandemia, no solo porque las compras de alimentos son más grandes sino porque hay menos voluntarios (muchos son de riesgo) y hemos tenido que contratar más personal, por el coste extra del material desechable de la comida para llevar --cada día entregamos 280 envases y cubiertos de plástico, con el coste ecológico añadido para el que nos gustaría tener alternativa-- o el material de protección sanitario que necesitamos tanto para nuestro personal como para los voluntarios y los usuarios, muchos de los cuales no tienen mascarillas y nos las piden a nosotros.

¿Siguen atendiendo a familias?

A principios de año decidimos suspender esa atención a familias, pero cuando empezó la pandemia, desde marzo, hemos vuelto a atenderlas porque eran muchísimas las que pedían ayuda. Además de las 140 personas diarias, damos alimentos a unas 100 más a las que damos productos frescos y no perecederos. Y nuestro temor es que las noticias que nos llegan es que la cosa va a peor.

Ustedes no solo dan de comer, también colaboran en la tramitación de ayudas a los usuarios. ¿Cómo influye el cierre de las administraciones en su trabajo?

Tenemos un equipo que, además de la cobertura de necesidades básicas, ofrece una intervención social para la inclusión sociolaboral. Los profesionales trabajan con ellos para buscar soluciones a su situación. Ahora hay mucha más gente demandando ayuda para hacer todo tipo de gestiones, desde renovar la tarjeta del paro a solicitar el ingreso mínimo vital o la renta de inserción. La Administración se está blindando con la atención telemática, pero hay muchas personas que no tienen ni medios ni conocimientos para acceder a esto. Nos dicen que les cuesta mucho llegar a los Servicios Sociales. Si la Administración sigue con esta política de puertas cerradas, no sabemos cómo vamos a solucionar esto. Las entidades sociales somos la primera trinchera, estamos en primera línea, nuestros trabajadores están expuestos, pero la Administración no, los funcionarios están parapetados. Eso es algo que no entendemos, sobre todo, en un momento tan complicado como este, porque vemos al personal médico-sanitario que está en sus puestos, a los docentes en los colegios, pero el personal público que trabaja en el ámbito social no está en primera línea. Si alguien necesita nuestra ayuda estamos aquí, nadie se está quitando de en medio, no hay apenas bajas porque están todos achuchando porque sabemos que lo que hace falta son personas comprometidas con la gente que lo está pasando mal, pero si vas a la Administración, hay que pedir una cita, esperar varios meses...

En esta coyuntura, ¿con qué recursos cuentan?

Ahora estamos pendientes de saber con qué financiación pública contaremos para el año que viene. Están saliendo las convocatorias y no sabemos cómo saldremos para el año próximo. Nuestras necesidades están creciendo mucho, pero ya han salido algunas subvenciones públicas y ya estamos notando los recortes. En una de las aportaciones, que iba destinada al centro de día, vamos a recibir 8.000 euros menos que el año pasado, pese a que este centro tiene una altísima demanda constante. La única asignación fija que contábamos hasta ahora era la del Ayuntamiento, que subió en el 2020. Lo que no sabemos es qué va a pasar en el 2021, si se nos va a dar un refuerzo económico para afrontar lo que está pasando o no. En cuanto a las aportaciones privadas, durante el estado de alarma y el confinamiento, tuvimos muchas donaciones de ciudadanos, de empresas en especie y en metálico, pero ahora la cosa está más parada. El final de año es la parte más delicada económicamente porque empiezan a agotarse los recursos económicos.

¿Han tenido algún positivo entre los usuarios?

De momento, no tenemos constancia de ninguno en usuarios ni en personal. Las entidades ya hemos planteado que si surge un caso de covid, ¿dónde se va a confinar a estas personas o a los que están en los albergues?, pero eso no está resuelto. Nosotros medimos la temperatura a los que entran al centro de día y si llega alguien con fiebre o síntomas le diremos que vaya al centro de salud, no hay instrucciones específicas.

¿Cuándo calculan que podrán abrir el comedor sin restricciones? ¿Cómo va el traslado a otro edificio más amplio?

No lo sabemos, vamos a seguir dando comida como podamos, contando con la colaboración de las entidades públicas y privadas de la ciudad, pero la apertura no va a darse a corto plazo. Seguimos avanzando en las negociaciones con el Ayuntamiento y parece que hay un futuro positivo que puede llegar a buen puerto, pero el traslado no será de aquí a unos meses ni a un año. Más que nunca, ahora vemos que necesitamos unas instalaciones más dignas. Ahora tenemos un salón comedor en el centro de día, pero con una dinámica distinta. La dinámica anterior, en la que se dejaba entrar a 50 personas comiendo a la vez no es factible en esta coyuntura en la que la distancia de seguridad es necesaria.