Nuestra vecina Rosario se puso ayer su traje de gitana y fue fotografiada, guapísima, de ventana a ventana, en un gesto que nos regaló alegría en unos momentos en los que mucha buena gente opta por ofrecer su mejor cara y mantener la procesión por dentro.

Me acuerdo, sin que tenga mucho que ver, de un durísimo relato, creo que de Unamuno (espero acertar) en el que una niña enferma en el hospital relata a su compañero de habitación el maravilloso paisaje que ve desde la ventana. El cuento acaba mal, porque el compañero, para ocupar su cama y disfrutar de las vistas, le roba la campanilla con la que la chiquilla avisa de sus ataques respiratorios y se la llevan, no sabemos si muerta o muy grave, mientras el malvado se traslada de lecho para descubrir que desde aquella ventana solo se veía una pared costrosa. Leí ese relato demasiado joven, nunca lo he releído -por eso dudo del autor- pero lo recuerdo por lo mucho que me dolió. En cualquier caso, lo que cuenta aquí es que aquella criatura mágica y bondadosa solo intentaba, con sus descripciones fantasiosas, dar ánimo a su vecino. Como pasa mucho ahora, por suerte.

Cuando leo o escucho, o veo esos vídeos en los que se nos dice que de esta crisis saldremos mejores personas, más solidarias, y se enumeran las muchas acciones benéficas, sacrificadas o simplemente destinadas a crear un mejor ambiente (que no es poco) en medio del miedo y del estado de alarma, siempre pienso que no, que en la crisis proliferarán los buitres, y que no es necesario que hayamos entrado en la etapa de “nueva normalidad” -utilizando la expresión del márketing gubernativo- para irlo apreciando. Lo que sí ha permitido esta crisis sanitaria y este cruel confinamiento es que nos detengamos un poco a observar a los que nos rodean, y así hemos podido descubrir, como en Rosario, o en el joven Álvaro, tantos valores que ya estaban ahí y seguirán, pero no nos engañemos, los malos, los venenosos, los que vampirizan al resto, están calculando cómo sacar provecho de nuestro infortunio.

P.D. Mientras escribo, oigo a lo lejos la caravana de Vox. La organización ha pedido a los manifestantes que no toquen el claxon, pero eso era imposible.