Tres de los barrios más pobres de España (Moreras, Palmeras y Guadalquivir) se concentran en Córdoba capital, una realidad social extremadamente compleja cuya gestión constituye uno de los mayores retos para las instituciones en este momento. El estado de alarma y el confinamiento decretado por la epidemia del coronavirus están llevando al límite a muchas familias que, de momento, se mantienen en estado de calma tensa.

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MORERAS / Once de la mañana y Moreras despierta con demasiado ajetreo para una cuarentena que ya afronta su quinto día laborable y se prepara para el segundo fin de semana de confinamiento. En el parque central, un grupo de personas departen como un día normal, sentadas a menos distancia de la debida, junto a un perro que corretea alrededor. En los balcones, se divisa a familias enteras que aseguran estar cumpliendo las medidas que otros se saltan a la pirola. «Esto no va a acabar nunca, si nos metemos dentro unos y otros entran y salen, ¿qué sentido tiene?», lamenta una vecina, «yo estoy aquí con los nietos enseñándoles a poner botones y esas cosas, y con los deberes, pero hay muchos que se van con el perro y se tiran una hora de aquí para allá».

La excusa del trabajo solo le sirve a unos pocos, afirma un vecino que sale del edificio con el uniforme de Sadeco. «La mayoría de los que están por ahí fuera no trabajan, están de cachondeo, no se enteran de que esto es muy serio, incluso salen con la bolsita de la farmacia por si les paran decir que van a comprar medicamentos», afirma una señora. A pie de calle, todo el mundo coincide en que son otros los que no cumplen. «Yo he salido a por el pan y tengo a mis niños arriba», dice una joven al salir de un patio de vecinos más vacío de lo normal a esas horas, pero sensiblemente más lleno de lo que sería deseable. «Voy a por leche», «he sacado al perro», «voy a ver a mi madre que está enferma» son las respuestas repetidas de los viandantes. A lo lejos, escucho el sonido de un balón contra la pared y descubro que una niña está jugando a la pelota en la calle. «La cosa está calmada ahora por la mañana», comenta un señor, «lo malo empieza por la tarde, sobre todo, en los locales ocupados, eso es una juerga constante y les da lo mismo que haya cuarentena o lo que sea».

Centro de servicios sociales de Moreras, cerrado. Foto: A.J. GONZÁLEZ

A la falta de concienciación se suman otros problemas, que tienen que ver con la falta de recursos «Aquí en el barrio se vive en familia y nos echamos una mano entre todos, lo malo es que aquí hay mucha gente que vive al día y se busca el dinero en la chatarra, pidiendo, trabajando por horas y no tienen dinero para comprar lo necesario», afirma Ana, una vecina de la zona, «la mayoría somos trabajadores o gente en paro que va al día y en muchas casas ahora mismo están entrando ingresos cero». Otros echan en falta más medidas de seguridad. «Parece que la gente, que los primeros días estaba más en casa, se está relajando y esto no tiene arreglo como no venga más policía o algo», lamenta Fran, vecino de Moreras, «y eso que ya han venido unas cuantas noches por la que se forma en algunos portales, donde no se puede estar». Pepe y Raquel coinciden en el exceso de salidas que observan, pero también destacan la solidaridad que se está viendo entre muchas familias. «Todas las tardes a las ocho se lía aquí un estrépito muy grande, salimos todos a tocar las palmas desde los balcones», afirman, «hay gente que se ha ofrecido voluntaria a comprar a los mayores y se ha hecho alguna colecta para ayudar a familias que están con lo justo».

PALMERAS / En Palmeras, la cosa pinta regular también. Basta dar una vuelta por la mañana para ver que en las calles hay demasiada gente, demasiado junta y demasiado paradas como para estar haciendo algún recado. «Hemos salido a sacar al perro los tres», bromea un joven en una de las plazas del barrio, «estamos que nos subimos por las paredes ya, no hay quien aguante encerrados más tiempo», comenta otro mientras le da una palmada en el hombro al compañero. El dueño de una pequeña tiendecita de alimentos del barrio, que sufre una enfermedad pulmonar, confirma la primera impresión. «Yo estoy aquí controlando la entrada de la gente, pero no se respeta nada, ni la distancia, hay que ponerse serios y que vengan a actuar porque si no, esto no se va a parar». Entre los que pasean, se ve a muchos con sus mascarillas, lo que parece darles cierta sensación de inmunidad que les lleva a acercarse demasiado al otro. Los repartidores de comida de las tiendas van a toda pastilla. «Yo vengo cagadito, si te digo mi verdad, cada vez que tengo que entrar aquí porque muchos no se están tomando la cosa en serio y esto es un foco de infección para todo el mundo». Mientras el repartidor sigue su tarea, una señora se acerca y grita: «que vengan a desinfectar, que aquí hay mucha suciedad y esto es un foco de infección».

Vecinos de Palmeras reunidos en una plaza charlando. Foto: A.J. GONZÁLEZ

Chache, uno de los líderes vecinales de Palmeras, cree que el confinamiento «no se está llevando del todo mal» porque le consta que «hay muchas familias que están quedándose en casa pese a que en estos barrios la vida se hace principalmente en la calle porque también es muy complicado tener a la gente en casa tantos días teniendo en cuenta que hablamos de infraviviendas y de familias con muchos miembros».

Para intentar recordar las normas establecidas, según Chache, hay varios vecinos que cada cierto tiempo salen al balcón con un megáfono y llaman al orden a todo el mundo, para que se queden en sus pisos. «Yo lo que temo es que esto se alargue», afirma Chache, que pide respuesta para las necesidades vitales de las familias, de los niños y de los mayores. «Una semana, hasta dos se puede retener a la gente en sus casas, el problema va a venir cuando lo poco que tengan las criaturas se acabe, porque aquí nadie tiene ahorros como para aguantar mucho tiempo sin salir». Los niños y los mayores solos también preocupan. «Hay mayores solos a los que se está atendiendo entre unos y otros como se puede, pero aquí no hay ayuda a domicilio y esas personas son de riesgo en este momento, y también hay muchas familias que dan de comer a sus hijos en el comedor del colegio y todavía no se está dando la comida como dijeron», recuerda. La Consejería de Educación está tramitando el reparto de las comidas para los menores acogidos al Plan SYGA (Solidaridad y Garantías Alimentarias) y ayer anunció ayer que el servicio estará activo el lunes. La misma queja se repite en Moreras y en Guadalquivir.

GUADALQUIVIR / El Deza del barrio del Guadalquivir presentaba ayer un aspecto cada vez más habitual. Una larga cola de usuarios separados por un metro de distancia aguardando el turno para entrar. «Tengo que darle de comer a los niños que normalmente comen en el colegio», explica una señora madre de seis hijos.

El barrio se divide en una zona más tranquila en la que la presencia de gente es más reducida y otra donde el confinamiento brilla por su ausencia hasta tal punto que ayer la Policía Nacional tuvo que intervenir en cinco manzanas para retirar sillas y enseres donde las familias siguen cumpliendo la costumbre de reunirse. El párroco de Santa Luisa de Marillac permanece aislado porque padece una enfermedad inmunodepresora y sigue los acontecimientos con preocupación. «Esto puede estallar en cualquier momento, la sede central de Cáritas está desbordada, la entrega en las parroquias se ha suspendido por temas de sanidad y estamos muy preocupados por las próximas semanas», comenta, «hay gente que no tiene nada y puede aguantar muy poco sin comer, lo que temo es en qué puede desembocar esa necesidad si la ayuda no llega pronto». La falta de higiene es otro punto caliente. «Hay mucha gente pobre, familias con muchas personas que no tienen ni agua en las casas», confirma. Fuentes de Sadeco, que trabaja a marchas forzadas, asegura que ya ha pasado a limpiar en estos tres barrios, pero que volverá en los próximos días. En la calle, una vecina cree, sin embargo, que la respuesta del barrio está siendo muy buena, pese a la situación y que muchos están aguantando en sus casas con hijos, nietos... de la mejor manera.

Incautación de sillas y enseres en el barrio del Guadalquivir para evitar reuniones. Foto: SÁNCHEZ MORENO

Por su parte, la Delegación de Asuntos Sociales ya ha anunciado que trabaja en un plan de ayudas de emergencia con una dotación de 300.000 euros que se emplearán para adquirir productos de primera necesidad de las familias, aunque de momento, no hay fecha para el inicio ni detalles sobre cómo se gestionarán las ayudas. Una de las principales dudas es cómo se harán llegar a las familias si no pueden tramitarse de forma persencial, teniendo en cuenta las carencias telemáticas que existen en estos núcleos poblacionales.