A Antonia Fernández, vecina del número 34 de la calle Calatañastar del barrio de Valdeolleros le dio ayer jueves por rebuscar en los cajones de su casa. “Del aburrimiento le da a una por hacer estas cosas, y recordé que tenía una foto grande de la Virgen de los Dolores”, afirma. Ella ha acudido siempre los viernes de Dolores a la plaza de Capuchinos “por devoción, a pedirle a la Virgen que nos ayude, porque mi madre nos inculcó esa tradición a sus hijos”. Este año, las limitaciones impuestas por el decreto de estado de alarma por el coronavirus impedían a Antonia, igual que a cientos de cordobeses, cumplir esta tradición.

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“Ayer lo comentábamos con las vecinas, desde el balcón, que qué pena que no íbamos a poder ir”, señala. Fue entonces cuando se le ocurrió improvisar una especie de altar en su balcón. “No vamos a poder ir, pero la vais a ver, les dije”, y decidió montar la imagen en un marco “luminoso, que por la noche se enciende” para que sus vecinos la vieran. A las 20:00 han salido a aplaudir como cada día a los sanitarios y además, les ha acompañado la imagen de la Señora de Córdoba.

Antonia dice que lleva el confinamiento “con resignación y optimismo”. “Yo he sido hermana de los Dolores muchos años, unas veces la virgen me ha ayudado y me ha dado lo que le he pedido, y otras no”, asegura, minutos después de salir al balcón, en el que ha estado acompañada por sus dos hijos José. Antonio y David, con los que vive junto a su madre, que “es mayor pero afortunadamente se encuentra bien”.