Lo primero que pensó Antonio Castro al bajar del avión en Sofía fue lo difícil que debía ser hablar y entender el búlgaro, a juzgar por los carteles en cirílico que veía por toda partes. "Pero, ¿sabes qué? Eso me motivaba aún más", dice este baenense de treinta años desde la capital de Bulgaria. Allí llegó hace ahora seis meses con una beca Erasmus y allí ha decidido quedarse indefinidamente tras encontrar un trabajo. Una historia que se repite cada vez más.

Antonio, diplomado en Turismo, ha trabajado en varios hoteles de Granada, en Lucena y, antes de salir de España, en Baena.

"Mientras trabajaba, ante la crisis que se vislumbraba en España --explica--, decidí seguir formándome e inicié el ciclo formativo de Administración y Finanzas en la Safa de Baena". Cuando se quedó en el paro, después de siete años trabajando, aprovechó que estaba estudiando para pedir una beca. "Me dieron un cuestionario enorme y, entre las cosas a rellenar te daban la opción de poner tus destinos favoritos. Recuerdo que puse Italia, Alemania, Francia, Irlanda... Todo, menos Bulgaria".

En la actualidad, Antonio trabaja en una agencia independiente de investigaciones y consultas, cQuest, empleo que compagina con el de profesor de español en Lenyka, una academia muy cerca de la Universidad de Sofía.

UN PAÍS DESCONOCIDO

Lo poco que nuestro cordobés sabía de Bulgaria "es que hacía frontera con Rumanía, que tenía costa con el Mar Negro y, por supuesto, que era el país de Stoichokv, el delantero del Barça".

Seis meses después, Antonio se siente acogido en aquel país, a pesar de que todo es muy diferente. "Intentar compararlo con España sería catastrófico", señala.

Sofía, con más de un millón de habitantes, es la ciudad más grande de Bulgaria y una de las más antiguas de Europa. Su historia se remonta al siglo VIII antes de Cristo. Siendo así, tiene muchos sitios que ver. En ese sentido, Antonio recomienda visitar la Catedral de Alejandro Nevski, "sobre todo en los días de sol, cuando se puede apreciar cómo reluce su hermosa cúpula dorada". También le gustan el parque de la universidad, "es magnífico en primavera", o el rastro de Sofía, un mercado situado a unos metros de la catedral, "donde puedes encontrar de todo y de todas las épocas --asegura Antonio--. Desde cascos antiguos de la época nazi a máscaras de gas o colecciones de sellos, recuerdos de Sofía, cámaras de fotos antiguas, chapas, emblemas, cuberterías... De todo".

Del día a día, a Antonio le gusta el trato tan familiar con la gente del barrio. "Las chicas del supermercado, por ejemplo, son muy amables y con ellas practico mi búlgaro y les doy algunas nociones de español. Así que están deseando que llegue. Voy allí todos los días, aunque sea a por un yogur".

Hablando del súper, ¿es cara la vida en Sofía? "Lo de cara me lo tomaré como una broma --contesta el cordobés--. Aquí la vida es mucho más barata que en España. La comida en los restaurantes tiene precios irrisorios en comparación. En nuestro país, salir una noche a cenar se está convirtiendo en un lujo".

Según Antonio, el transporte público también tiene precios "muy aceptables". El metro cuesta un leva, 50 céntimos de euro, al igual que el trolebús y el autobús urbano. "La tarifa de los taxistas --aquí los taxis son amarillos, por cierto-- también es muchísimo más baja". Otra cosa que le sorprendió en cuestión de precios fueron las tarifas de internet. "La tarifa de internet ADSL en casa es de 16 levas, lo que viene a ser unos 8 euros mensuales. Y va como la seda".

Muchas de estas cosas, Antonio las cuenta en su blog: bulgariando.blogspot.com. Ahí habla de su día a día, de sus inquietudes y esperanzas, entre otras volver a Córdoba algún día, aunque no por ahora. En realidad, podría decirse que la aventura búlgara de Antonio acaba de empezar.