La escasa profundidad que suelen tener los humedales no es un impedimento para que en sus terrenos se desarrolle la vida. Es amplia la variedad de especies que han hecho de las decenas de zonas húmedas de Córdoba su hogar. De los 15 nuevos espacios que se han añadido al Inventario de Humedales de Andalucía, cuatro son de Córdoba: Jarata, de Montilla; La Gamonosa y Consuegra, de Baena, y San Cristóbal, de Cabra. Así, ya son 31 las lagunas de la provincia que figuran en esta lista y, por lo tanto, se reconocen como tales. Doce de ellas cuentan, además, con protección especial. «Todas fueron aprobadas unánimemente por el Patronato de las Reservas y Parajes Naturales de las Zonas Húmedas del Sur de Córdoba», aseguran desde la Junta de Andalucía.

La mayoría de estos humedales se sitúan en la zona sur. Los municipios de Aguilar, Lucena, Cabra, Moriles, Puente Genil, Luque, Santaella, Baena y Montilla reúnen la totalidad de estos espacios acuáticos. En la capital solo hay un punto: los Sotos de la Albolafia. En total, 141.500 hectáreas de suelo andaluz, distribuidas en 220 puntos, componen un listado que coloca a la comunidad autónoma a la cabeza en cuanto a superficie reconocida en un inventario regional.

«Acogemos con buen agrado esta decisión», afirman desde el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Cabra. Entre las medidas que plantean tomar están la limpieza, la mejora de la señalización y la creación de un observatorio para disfrutar de la naturaleza, aunque no obvian la «degradación que ha causado la agricultura o el vandalismo». «Tradicionalmente era un sitio de recreo, de ocio», cuenta el concejal Juan Ramón Pérez. Por otra parte, desde el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Baena, que cuenta con ocho lagunas en el inventario andaluz, señalan que las dos que se han incluido en esta última ocasión, La Gamonosa y Consuegra, están muy dañadas por la mano del hombre, ya que en los alrededores la agricultura tiene un gran peso.

Por su parte, la Junta de Andalucía señala que esto es «una puesta en valor, un reconocimiento» de un lugar que reúne una serie de requisitos ecológicos, medioambientales o culturales, como ser hábitat de una gran diversidad de microorganismos, fauna y flora.