Durante 11 meses la pedanía carloteña de La Chica Carlota ha vivido pendiente del caso de un vecino desaparecido. Ayer por la mañana, mientras se realizaban las labores para desenterrar el cuerpo de uno de sus conciudadanos en el huerto de su propia casa, la vida en las blancas calles de la pedanía seguía siendo totalmente tranquila. Algunos chavales conversaban en una esquina cerca de la plaza, pese a los 35 grados que ya marcaba el termómetro a las 12 del mediodía.

A pocos metros, un par de hombres se acercaban al bar y un coche con un remolque lleno de melones salía de la plaza en cuya esquina se encuentra la casa en la que se produjo el macabro hallazgo. Cuando se preguntaba a alguno de los vecinos por la vivienda en la que desde hace un año falta un hombre, todos indicaban amablemente el lugar sin indicar que estuviera ocurriendo nada fuera de lo normal en la misma. Un hecho de este calibre suscita todo tipo de comentarios y corrillos en un lugar tan pequeño y nada de ello se pudo ver ayer por la mañana en este núcleo de población de la campiña cordobesa. Las labores se llevaron a cabo con sumo cuidado y absoluto sigilo.

Por la tarde, la presencia de algunos vehículos y furgones relacionados con la investigación y la llegada de los medios de comunicación soliviantó la tranquilidad de una siesta demasiado prolongada por las excesivas temperaturas.

La sorpresa entre los habitantes de este núcleo de población fue mayúscula pues jamás imaginaron que en un lugar tan tranquilo, tan de descanso, tan de trabajo como La Chica Carlota pudiera algún día registrarse un caso como el que hoy recogen los medios de comunicación.

Un caso sobre el que nadie se quiere pronunciar, pues son muchos los detalles que todavía quedan por aclarar. Por eso, ni siquiera el alcalde de La Carlota, Antonio Granados, quiso manifestar nada sobre el asunto y se remitió a las notas que enviara la Guardia Civil, que es quien investiga el caso.