La pérdida de rentabilidad de la vid y el escaso relevo generacional han convertido a 1.775 cordobeses en auténticos románticos del cultivo de la uva en la denominación Montilla-Moriles. Sin ellos, el distintivo sería ya pasado. Mientras sigue avanzando la vendimia, uno de los grandes pilares de la historia agraria de Córdoba espera soluciones.

..............

Cervantes no habló de los vinos Montilla-Moriles, aunque en la denominación de origen cordobesa todavía haya centenares de quijotes que siguen peleando contra molinos, ya no de viento, sino de aceituna. Aunque su fuerza ha ido mermando, esos elegidos del marco siguen salvando la producción de los caldos cordobeses, sin ayudas que eviten caer en la tentación de ser sanchos del olivar, que sería lo más práctico desde los años ochenta.

Lo mismo que la superficie de viñedo no ha dejado de reducirse desde que se alcanzara a finales de los años setenta casi las veinte mil hectáreas, así ha sucedido también con el número de agricultores dedicados a la vid en Montilla-Moriles. El viñedo es el único leñoso que ha cedido terreno en la provincia de Córdoba desde que iniciara su caída hace 40 años. Los últimos datos de superficie en el distintivo de calidad dejan una preocupante imagen de los 16 municipios que aún cuentan con cepas en su término: Aguilar de la Frontera (787,76 hectáreas), Baena (68,27), Cabra (331,57), Castro del Río (166,04), Doña Mencía (0,49), Espejo (2,14), Fernán Núñez (3,85), La Rambla (202,87), Lucena (294,69), Montalbán (26,21), Montemayor (350,23), Montilla (1.844,86), Monturque (210,27), Moriles (395,93), Puente Genil (78,98) y Santaella (18,31). Solo 4.782,48 hectáreas de tierra reciben sombra de las vides en el distintivo de calidad cordobés. Década a década se han ido arrancando viñedos en el marco. En la campaña 1978-1979 se alcanzó el máximo con 19.458 hectáreas. La caída se aceleró a partir de la cosecha 1988-1989, cuando había 16.736 hectáreas. En la campaña 2000/2001 cayó por debajo de las 10.000 hectáreas (9.925) y en el año 2018 descendió de las 5.000 (4.844).

El número de viticultores ha seguido un descenso paralelo. El siglo XXI, campaña 2000/2001, se inició con 4.170 agricultores que cultivaban viñas en Montilla-Moriles. Hoy solo hay 1.775 repartidos por los citados 16 municipios que tienen producción de uva. Como sucede con la superficie, Montilla es también el término con más quijotes de la vid en Córdoba, con 690. Siguen después Aguilar (294), Montemayor (208), Monturque (125), Moriles (116), La Rambla (92), Cabra (69), Baena (68), Lucena (66), Castro del Río (60), Puente Genil (19), Montalbán (7), Fernán Núñez (3), Santaella (3), Espejo (1) y Doña Mencía (1). Precisamente, en un municipio como Doña Mencía, con enorme tradición por la calidad de sus caldos, la vid ha quedado reducida a la preocupación de un solo viticultor, que tiene 0,49 hectáreas. Solo en los últimos cinco años han desaparecido 294 viticultores.

En el año 2003, un estudio de la Junta advertía que «prácticamente ningún tipo de explotación es rentable sin la aportación de mano de obra familiar» en Montilla-Moriles, donde el 82% de las explotaciones eran menores de 5 hectáreas. Además, destacaba que los agricultores debían percibir 0,43 euros por kilo de uva para que, en el caso más desfavorable, los ingresos fueran igual a los costes. A esto había que unir el envejecimiento de las explotaciones y de los viticultores, cuya edad media era de 55 años. La situación, lejos de mejorar, ha empeorado.

¿Qué se puede hacer ante esta situación? El exsecretario general del consejo regulador Montilla-Moriles y presidente del Aula del Vino de Córdoba, Manuel López Alejandre, lo tiene claro: «Falta promoción, mucha promoción, no relajar la calidad y darle valor a la uva. Y no podemos olvidar que faltan herederos de la viña, personas que asuman el relevo generacional». Con los precios actuales, dice, «es muy difícil». El presidente de la denominación Montilla-Moriles, Javier Martín, considera que lo que está pasando con los viticultores se produce «porque no se reconoce la figura del agricultor como profesión, como sucede, por ejemplo, en Borgoña, donde lo importante es la tierra y la labor que hace el viticultor. Esto es un problema tanto de la sociedad, como de los poderes públicos», asegura. Precisamente, con el anterior Gobierno de la Junta de Andalucía se planteó la puesta en marcha de un plan de recuperación del viñedo. Nada se ha hecho. En la actualidad, los cuatro consejos reguladores trabajan con la Junta en un plan de internacionalización.