Las monjas del convento de la Carmelitas Descalzas de Lucena han tenido este fin de año la grata sorpresa de ser saludadas telefónicamente por el Papa Francisco. Las monjas quedaron sorprendidas al escuchar en su contestador telefónico un mensaje del Santo Padre que decía : "¿Que están haciendo la monjas que no pueden atenderme?. Soy el Papa Francisco y les quiero saludar en este fin de año. A ver si esta tarde las puedo llamar, que Dios las bendiga".

Poco después se repitió la llamada y el Papa pudo charlar con las integrantes de esta comunidad. La priora, Sor Adriana de Jesús Resucitado, junto a otras dos de las cinco monjas, son argentinas y tienen tres hermanos sacerdotes. Uno de ellos mantiene una vieja amistad con el Santo Padre desde hace más de quince años, en su etapa como cardenal Bergoglio y cuando era obispo auxiliar de Buenos Aires. Las monjas estuvieron charlando con el Papa durante más de un cuarto de hora y han manifestado que Su Santidad se interesó por la labor que desarrollan en el convento y por el lugar en el que se encuentra situado. La priora destacó que el Papa mandó su bendición a todo el pueblo de Lucena en este nuevo año y expresó que se trata de una feliz noticia para todos los lucentinos. Varias de estas monjas conocen desde hace muchos años a su Santidad pero no podían esperarse tan grata sorpresa. La priora dijo que en los próximos días esperan la llegada de un ejemplar de La alegría del Evangelio , un mensaje de Su Santidad en el que se recogen algunos de sus consejos a los católicos para afrontar estos duros y difíciles momentos de crisis.

La priora definió al Papa como "un hombre entrañable y un amigo fiel que sigue siendo igual que siempre" y recordó que cuando lo eligieron Papa llamó a Buenos Aires a quien le vendía los periódicos y a quien le arreglaba los zapatos. Dijo que Su Santidad les pidió que no se dejaran "robar la esperanza" y se mostró firme contra la tristeza, ya que es un mal que lleva al ser humano a la desidia. Sor Adriana añadió que en la conversación, el Papa aludió al Concilio de Efeso y resaltó la importancia de la oración, al mismo tiempo que les exhortó a la alegría.