Fuente Carreteros cerró ayer un año histórico con la celebración de su fiesta más genuina y singular: La Danza de Los Locos, que junto al Baile del Oso constituyen la única tradición folclórica-religiosa de carácter popular que se conserva de la época de la colonización (1767), de ahí que su trascendencia y repercusión sigan creciendo, mientras que se plantea su declaración como Bien de Interés Cultural. Ya son 37 años seguidos los que se lleva bailando cada 28 de diciembre, con masiva visita de vecinos y visitantes. En total, cerca de un millar de asistentes disfrutaron ayer con la tradición.

Una degustación de pestiños y roscos caseros, acompañados de una copita de anís, sirvieron de preámbulo a la salida de los danzantes que, con el estruendo de los primeros trabucazos, se encaminaron hasta la plaza. Bajo la dirección del capitán de espadas, su primer baile lo hicieron ante la iglesia en honor a la patrona, la Virgen de Guadalupe. Los otros tres los dedicaron a las mujeres que les ayudan a vestirse, a los colonos que llegaron a estas tierras hace 250 años, a los asistentes y a Andalucía.

El baile consiste en hacer diversos cruces y cambios mientras los danzantes tocan las castañuelas. Estos son envueltos por la loquilla, que desde fuera realiza rítmicos movimientos y también es protegida en diversos momentos por la locada. Según una de las teorías sobre el origen de la danza, la loquilla simboliza a los niños inocentes que iban a ser asesinados por el rey Herodes. Este año, la locada estuvo compuesta por: Abraham, Samuel, Antonio, Ismael, Cristian, Pedro José, Rubén y Saúl, estos dos últimos como loquillas. Los músicos fueron José Manuel, Ramón, Esteban, Alejandro y Ricardo. El capitán de espadas fue Pedro. El banderín lo portó Beatriz y como escopeteros actuaron Teodomiro, Baldomero y Valeriano.

Tras los bailes en la plaza, los Locos hicieron sendas representaciones en las casas de Antoñita Soto, de 95 años, una vecina clave en la recuperación del baile en 1982, y de Rafael Díaz, el loco de mayor edad del pueblo. Pero antes, el Oso y su domador entraron en escena con su particular baile intentando asustar a los niños. Según la tradición, viene a espantar los malos augurios para dar paso a un año fructífero y lleno de trabajo. Mariana, como así se hace llamar el Oso, se revuelca por el suelo e intenta agarrar a los más pequeños.