La Cueva del Ángel de Lucena (Córdoba) participa con 16 muestras de ADN datadas en la Edad del Bronce en el estudio internacional coliderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y la Universidad de Harvard (Estados Unidos), en el que elabora un mapa genético de la Península Ibérica que abarca los últimos 8.000 años.

Según ha indicado el Ayuntamiento lucentino en una nota, las principales aportaciones del yacimiento a este estudio, publicado por la revista científica Science bajo el título La historia genómica de la PI durante los últimos 8.000 años, se han dado a conocer este viernes por parte del director de las excavaciones y el presidente de la Fundación Instituto de Investigación de Prehistoria y Evolución Humana, Cecilio Barroso, el profesor del Área de Genética de la Universidad de Málaga (UMA) Enrique Viguera y el investigador Francisco Bermúdez, junto al concejal de Patrimonio Histórico, José Cantizani.

Las 16 muestras de ADN analizadas en este estudio, de unos 5.000 años de antigüedad, en concreto del periodo Calcolítico, fueron extraídas en la excavación de 2016 de la Sima del Ángel, lugar de ocupación permanente de homínidos durante al menos 300.000 años. Desde hace más de tres años, estos investigadores implementaron un protocolo específico de recogida de muestras que pudieran contener ADN antiguo para evitar su contaminación, informa Europa Press.

Las muestras que se han aportado para este estudio consisten en piezas de molares, hueso petroso y temporal, muchas de las cuales han proporcionado más de 800.000 variaciones en el ADN de tipo SNPs.

Cecilio Barroso ha destacado el "fuerte impacto mediático internacional conseguido por la publicación de este estudio", que viene a confirmar "el peso científico de la Cueva del Ángel a la hora de establecer quiénes y cómo eran nuestros ancestros, confirmando que la sima lucentina tiene un espacio propio en la historia de la genética española".

Por su parte, Enrique Viguera, ha señalado que la potencialidad de este yacimiento es enorme dado que hasta la fecha se han encontrado más de 2500 restos humanos del Neolítico y Calcolítico que corresponden a un mínimo de 40 individuos con evidencias de haber sufrido una descarnación fruto de un rito funerario o de canibalismo.

La llegada de grupos descendientes de pastores de las estepas de Europa del Este hace entre 4.000 y 4.500 años supuso el reemplazo de aproximadamente el 40 por ciento de la población local y de casi el 100 por cien de los hombres.

"Los resultados genéticos son muy claros en este aspecto. De forma progresiva durante una etapa que pudo durar unos 400 años, los linajes del cromosoma Y presentes hasta entonces en la Iberia de la Edad del Cobre fueron casi totalmente sustituidos por un linaje, el R1b-M269, de ascendencia esteparia", explica el investigador Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva, centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra.

"Si bien este fue claramente un proceso dramático, los datos genéticos por sí solos no nos pueden decir qué lo impulsó", dice David Reich, investigador principal en la escuela de medicina de Harvard y co-responsable del estudio.

"Sería un error afirmar que la población local fue desplazada, puesto que no hay evidencia de violencia generalizada en ese periodo", ha añadido Iñigo Olalde, investigador de la Universidad de Harvard.

Una explicación alternativa sería que las mujeres ibéricas locales prefirieran a los recién llegados de Europa central en un contexto de "fuerte estratificación social", ha comentado Lalueza-Fox.

Otra de las principales conclusiones del estudio es que la genética de los vascos actuales apenas ha cambiado desde la Edad del Hierro (hace unos 3.000 años). Al contrario de lo que apuntan algunas teorías que situaban a los vascos como los descendientes de cazadores mesolíticos o de los primeros agricultores que vivieron en la península Ibérica, los resultados de este trabajo muestran que la influencia genética de las estepas también llegó al País Vasco, de hecho, tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b.

Por el contrario, apenas presentan influencias de migraciones posteriores como los romanos, los griegos o los musulmanes, de las que quedaron aislados.

CONTACTOS AFRICANOS

La distribución de la corriente genética desde África hacia la Península es mucho más antigua de lo documentado hasta el momento. El estudio confirma la presencia en el centro de la península Ibérica, en el yacimiento de Camino de las Yeseras (Madrid), de un individuo procedente del norte de África que vivió hace unos 4.000 años, así como de un nieto de emigrante africano en un yacimiento gaditano de la misma época.

Ambos individuos portaban considerables proporciones de ancestralidad subsahariana. Sin embargo, se trata de contactos esporádicos que dejaron poca huella genética en las poblaciones ibéricas de la Edad del Cobre y del Bronce.

El análisis del mapa genético muestra profundas modificaciones de población en la península Ibérica en períodos históricos más recientes. "Documentamos por primera vez el impacto genético de los mayores acontecimientos de la historia de la península.

Los resultados muestran que para cuando comenzó la Edad Media al menos un cuarto de la ancestralidad ibérica había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental (romanos, griegos y fenicios), lo que revela que las migraciones durante este periodo seguían teniendo una gran fuerza en la formación de la población mediterránea", ha explicado Íñigo Olalde.

Uno de los ejemplos de este fenómeno mencionados en el trabajo es la colonia griega de Empúries, en el noreste peninsular, fundada entre los años 600 antes de nuestra era y el período tardorromano. Los 24 individuos analizados se dividen en dos grupos de herencia genética distinta: uno compuesto por individuos con una ancestralidad típica griega y otro compuesto por población genéticamente indistinguible de los íberos del cercano poblado de Ullastret.

IBERIA MESOLÍTICA

Este estudio, junto con otro publicado el mismo día en Current Biology, identifica por primera vez la presencia de una estructura genética espacial y temporal entre los cazadores recolectores de la península Ibérica durante el Mesolítico (hace aproximadamente 8000 años).

En el noroeste, los cazadores mesolíticos que vivieron pocos siglos antes de la llegada de los primeros agricultores muestran una afinidad genética con los cazadores recolectores centro europeo. Esa ancestralidad no estaba presente en los anteriores cazadores recolectores de esa misma región ni en los cazadores recolectores contemporáneos del sureste de Iberia a finales del Mesolítico.