Bodegas y lagares son, a día de hoy, el principal recurso de atracción para los miles de turistas que anualmente recalan en algunas de las Rutas del Vino que existen en España, entre las que se encuentra la de la zona Montilla-Moriles. Sin embargo, el patrimonio y la historia de los municipios que las conforman siguen despertando un «creciente interés» entre los visitantes.

Así lo constata el último Informe sobre la Demanda del Turismo del Vino de la Asociación Española de Ciudades del Vino (Acevin), que resalta que «conocer los pueblos» de las rutas se convierte en el segundo motivo para elegir un destino.

De este modo, el informe destaca que, si bien la visita a bodegas se convierte en la actividad principal para el enoturista, la visita a los pueblos que forman parte de una ruta del vino se sitúa ya en segunda posición como una de las propuestas fundamentales para el 63,5 por ciento de los visitantes, una cifra que dista del 31,7 por ciento registrado en el 2017. De esta forma, el objetivo principal del enoturista es conocer los enclaves vitivinícolas de las rutas y conocer su patrimonio, así como la gastronomía local. Tres atractivos que, en el caso de la Ruta del Vino Montilla-Moriles, ha favorecido la organización de numerosas iniciativas que maridan su tradición vitivinícola con el patrimonio, la cultura e historia local, como la Fiesta del Vino y la Tapa de Montilla, que ayer clausuró su decimocuarta edición en Envidarte.

Con respecto al gasto medio del enoturista que llega hasta las Rutas del Vino de España, Acevin destaca que «se ha estabilizado tras varios años experimentando un importante ascenso». Así, en el último año, la media de gasto por turista se situó en 160,21 euros al día, prácticamente similar a la cantidad del pasado año (161,88 euros), aunque aumenta ligeramente el gasto destinado a restauración y alojamiento.

Con respecto al perfil del turista, Acevin constató que se prefieren los viajes en pareja (44%) y con amigos (29%), si bien los que se hacen en familia continúan aumentando ligeramente.

Por su parte, la estancia media se redujo ligeramente hasta los 2,4 días lo que, según Acevin, «pone de manifiesto la necesidad de seguir impulsando la creación de nuevas propuestas que animen al enoturista a prolongar su estancia» y a pernoctar.

En cuanto a la edad de los enoturistas, el grupo más mayoritario (27,8%) tiene una edad comprendida entre 36 y 45 años.