Emblema del enorme poder político, económico y religioso de Pedroche en el siglo XVI y situada en lo más alto de un cerro, en la parte más elevada de la población, emerge la torre de la parroquia de El Salvador, que puede divisarse desde muchos kilómetros de distancia.

Las obras de este monumento comenzaron en al año 1520, como se puede apreciar en una inscripción existente en la denominada ventana del reloj, llamada así por albergar un original reloj de pesas destruido en 1936.

En este año 2020 se cumplen 500 años, por tanto, del comienzo de su construcción y el Ayuntamiento de Pedroche dispuso de una programación de actividades que, en parte, no se han podido llevar a cabo a partir de la pandemia.

En la noche del lunes y coincidiendo con la celebración de los actos en honor a la Virgen de Piedrasantas el consistorio preparó un espectáculo de fuegos piromusicales que tuvieron a la torre como protagonista y que fue seguido por los vecinos e incluso visitantes desde diferentes lugares del entorno de la localidad, algunos hasta se llevaron la cena, ya que se inició a las once de la noche.

A lo largo de 20 minutos las luces láser y la iluminación especial cambiaron el aspecto granítico de la torre, desde la que se lanzaron parte de los fuegos artificiales, acompañados de música acompasada.

A su terminación los aplausos se escuchaban desde los balcones, calles, parques y hasta en los alrededores del casco urbano, cumpliendo con el llamamiento que el Ayuntamiento había realizado para evitar aglomeraciones. Los pedrocheños elogiaron esta manera de celebrar el 500 cumpleaños de una edificación de la que en el 2020 y hasta el momento ha abierto sus puertas para subir hasta el campanario, con visitas diurnas y nocturnas, ha sido el argumento principal de unas jornadas de historia local, ha contado con una actividad especial de radioaficionados y hasta su entorno ha sido embellecido por el Ayuntamiento.

Otras actividades previstas no se han podido realizar hasta el momento o han debido recortarse una vez que apareció el coronavirus. Unos cuantos virus, pestes y pandemias se sufrieron en el territorio pero a todas ellas sobrevivió este espacio que alcanza los 56 metros de altura.

En su construcción intervinieron las tres generaciones de los Hernán Ruiz, los arquitectos más importantes de la época en Andalucía, que también trabajaron en la torre del Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba o en la parte alta de la Giralda de Sevilla. Para comenzar a construir la atalaya se emplearon piedras del castillo que en la zona existió y que fue destruido.

Los historiadores resaltan que Hernán Ruiz I trabajó en el primer cuerpo de la torre y ya con fe de escribanos se puede decir que Hernán Ruiz II lo hizo entre 1544 y 1558, que intervino en el campanario, mientras que entre 1579 y 1588 intervino Hernán Ruiz III. Juan de Ochoa fue el encargado de terminar la construcción de la torre, con un cuarto cuerpo, que tuvo lugar en 1592, tras 72 años de obras. El resultado fue una torre de granito que consta de cuatro cuerpos, el primero cuadrado, al que se sube por gradas, el segundo octogonal, el tercero (el campanario) también cuadrado y el cuarto (los mojinetes) es un cilindro con remate cónico.

A los tres últimos cuerpos se accede por una esbelta escalera de caracol. Su acceso se encuentra fuera de la iglesia de El Salvador.

Como recuerda Francisco Sicilia, periodista y cronista oficial de Pedroche, la torre ha marcado parte de las vidas de los pedrocheños. Sus campanas «tocaban a muerte, a boda o al fuego y servían de orientación horaria a los vecinos, con los toques de ángelus --al mediodía--, vísperas --a las tres de la tarde-- o ánimas --a las nueve de la noche--, aunque estas dos últimas costumbres han desaparecido».

El 29 de enero de 1979, la torre de Pedroche fue declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional y en 1994 la Junta de Andalucía le dio el título de Bien de Interés Cultural.

El alcalde de Pedroche, Santiago Ruiz, señala que «es un aniversario emblemático, son quinientos años de identidad y cinco siglos que marcan un antes y un después». La idea es recuperar las celebraciones una vez se supere la situación sanitaria actual. H