Montilla siempre reserva una sorpresa al visitante. Dejando a un lado sus vinos, su patrimonio monumental y el espacio privilegiado de la Sierra donde vienen a confluir los términos municipales de Montilla, Castro del Río, Cabra y Nueva Carteya, existe una dimensión prácticamente desconocida, la que hace referencia a la Paleontología.

Un hecho diferencial que debería ser rentabilizado, como vienen haciendo en otros municipios de la provincia con sus yacimientos prehistóricos. Esta historia --no hay en ella nada imaginado-- no es de ayer. Tiene ya medio siglo de vida. Y fue un montillano ilustre, el escritor José Ponferrada Gómez, quien intervino directamente en el hallazgo de una ballena fósil que vino a morir a este lugar cuando el mar cubría estas tierras, antes de que "un cataclismo geológico condujera a la configuración actual". Ponferrada lo divulgó a través de las agencias periodísticas consiguiendo un amplio eco mediático en España y en distintos países.

En agosto de 1957 unos obreros que extraían arcilla para la Cerámica Santa María, en el lugar conocido por el Chilancón, a pocos metros del trazado de la vía férrea Madrid-Málaga, dieron casualmente con un material de extraña textura que resultó ser parte de una vértebra gigantesca perteneciente a una ballena fosilizada con un tamaño de unos 15 metros.

Rotativos de ámbito nacional mostraban en su portada testimonios gráficos donde tres trabajadores de la cerámica portaban una impresionante mandíbula de 1,70 metros. Los restos hallados se trasladaron para su estudio y catalogación. Pero nunca volvieron. Hay quien dijo que fueron trasladados a un museo de ciencias naturales, donde fue reconstruido el animal completo. Otros dijeron que los huesos dormían en el almacén de cualquier laboratorio; y no faltó quien estimó que podrían encontrarse dispersos en otros lugares. La gigantesca ballena amontillada se sumergió en el mar del olvido. Pero no para siempre. Emergió en el 2005 gracias a una moción presentada por el Partido Andalucista que exigía el retorno a Montilla de la ballena varada. Hoy se sabe sin ninguna duda que el cetáceo que vino a morir a este lugar se encuentra metido en cajas en uno de los almacenes situados en los sótanos del Museo Nacional de Ciencias Naturales desde hace más de medio siglo.

La iniciativa andalucista está cargada de razón. La ballena, o una parte significativa de ella, debe volver a Montilla para integrarse en el patrimonio de este lugar. Al fin y al cabo, es el primer poblador conocido de estas tierras y su presencia contribuyó a perfilar el paisaje geológico de 12 a 20 millones de años. Existe la evidencia de una segunda ballena también localizada por Ponferrada Gómez. Pero eso es harina de otro costal.