«Los niños tenían muchas ganas de cole después de meses encerrados, necesitaban encontrarse con sus compañeros y sus maestros y lo han pasado genial». Así resume Carmen Cuenca, directora del CEIP Alcalde Jiménez Ruiz, la experiencia del programa de refuerzo estival, que ha concluido este viernes tras un mes de actividades lúdico educativas. 65 menores de toda Córdoba, divididos en ocho grupos de un máximo de diez niños, han participado en el programa ofertado por este centro, uno de los pocos que se han adherido a la oferta, de carácter voluntario para los docentes, gracias a la dedicación de profesores de este y otros centros de la capital. Para Cuenca, ha sido la primera vez, pero confiesa que repetiría.

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Cada día, los grupos han trabajado en actividades de refuerzo matemático, inglés, lingüístico, educación física y lingüística emocional, un apartado en el que además de intentar inculcar ciertas pautas y hábitos sanitarios saludables (lavado de manos, distancia de seguridad, mascarilla...) por la pandemia de coronavirus, los menores han podido expresarse y contar cómo vivieron el confinamiento y qué sienten sobre lo que está pasando en el mundo con el covid-19.

«Es sorprendente lo concienciados que están los niños, algunos más incluso que los mayores», comenta Carmen, «lo han pasado mal, nos dicen que han tenido mucho miedo por lo que pudiera pasarle a sus familiares o a ellos mismos y no quieren bajo ningún concepto volver a estar encerrados, sobre todo, los más pequeños». En estos días, pese a que los menores estaban faltos «de juego», asegura no haber tenido problemas en las aulas para que todos cumplan las normas sanitarias o el uso obligatorio de la mascarilla a todas horas «impuesto tras la orden del pasado 13 de julio». El enfoque lúdico de las actividades ha ayudado a motivar a los niños «que no se han perdido las clases bajo ningún concepto». Las 5 horas diarias han supuesto un desfogue para los niños y para sus familias, «que también necesitaban un descanso».

Ese cambio tuvo un impacto importante. «Hasta ese día, los grupos de convivencia podía estar sin mascarilla en las aulas, pero luego cambió y ha sido duro porque aunque tenemos aire acondicionado en el colegio, las puertas de las clases hay que mantenerlas abiertas y así es imposible refrescarlas lo suficiente para que llevar la mascarilla no sea un engorro», comenta, «pese a todo, lo han llevado bastante bien». El secreto del éxito de esta prueba piloto, según la directora del colegio, es que «son grupos pequeños, con diez niños no hay problema, se trabaja muy bien con ellos y hay posibilidad e garantizar las distancias de seguridad».

Para Isabel Sáez, profesora del CEIP Pablo García Baena, que ha formado parte del equipo de refuerzo educativo este año y que tiene experiencia previa en el programa estival de años previos, «el uso de los equipos de protección no han sido un problema porque los grupos eran pequeños y han funcionado muy bien».

Lo más complicado ha sido llevar a cabo las actividades de educación física. «Había muchas cortapisas porque no se pueden usar algunos elementos básicos para las prácticas deportivas y además, después de cada grupo, los profesores han tenido que desinfectar cada elemento que han utilizado con ellos, como cuerdas, balones, etcétera», comenta Isabel. Según la directora, se utiliza para ello unos sprays especiales desinfectantes «que suponen un gasto extra de material que tendrán que sufragar los colegios a partir de ahora». Al ser al aire libre y con grupos reducidos, la actividad física ha sido la única que se ha podido desarrollar sin necesidad de mascarilla, manteniendo las distancias de seguridad.

Como preparación para la vuelta al cole, ambas creen que les ha ayudado a trabajar en las circunstancias actuales, pero dudan de que en septiembre las cosas sean tan fáciles como lo han sido este mes de julio. «Con grupos reducidos, podríamos trabajar perfectamente, eso sería ideal, pero la realidad de las aulas son clases con 25 y hasta 28 niños, más del doble que en el programa de refuerzo y eso lo complica todo». Sobre todo, lo que tiene que ver con las distancias de seguridad. «En estos días, con diez niños, se podía garantizar los dos metros entre ellos, pero sin mucho espacio extra... las clases no son tan grandes como para poder separarlos cuando están todos, por eso me temo que septiembre va a ser complicado», señala Cuenca. La prueba final, será pues, en septiembre.