Soledad Navarro y su marido, Francisco Luque, vecinos de Montilla, no tienen vida desde hace al menos cinco años. La madre de Soledad, Sabina, que ahora tiene 89 años, empezó a vivir con ellos en periodos alternos hace siete años, cuando su estado de salud la incapacitó para vivir sola. «En ese momento, estaba todavía ágil, pero su situación ha ido empeorando poco a poco». La madre de Francisco, Dolores, de 91, también empezó a rotar por las casas de los hermanos hace cinco años. «Desde entonces, hay semanas que tengo a mi madre, semanas en las que está mi suegra y días en las que están las dos a la vez», explica Soledad, de 61 años, que ha tenido que recurrir a tomar fármacos contra la ansiedad para afrontar la situación de estrés. Madre y suegra sufren actualmente demencia senil, lo que las lleva a pasar las noches gritando disparates. «No duermen ellas ni nadie que esté a su lado», comenta. El estado de Dolores ha empeorado últimamente y ha obligado a instalarla de nuevo en su casa, de forma que los hijos se turnan para estar con ella. «Ya no puede levantarse ni comer sola, se necesitan dos personas para bañarla y pasa unas noches terribles, así que mi marido y sus hermanos se están encargando día y noche de ella», explica Soledad, «nos vemos el ratito que viene a por la comida».

Hace más de un año que, completado el proceso de solicitud y valoración de dependencia, recibieron la resolución aprobada para asignarle 72 horas mensuales de ayuda a domicilio para Dolores, pero «seguimos esperando, la ley no viene y cada vez estamos peor». En el caso de Sabina, Soledad y su hermana solicitaron plaza para ella en un centro de día. Hace más de 7 meses que le aprobaron la solicitud, pero siguen sin plaza «y cuando nos llamen, tal y como está mi madre, no podrá usarla y habrá que empezar de cero», lamenta. Soledad y su hermana regentaron durante 20 años una frutería, que cerraron cuando tuvieron que dedicarse al cuidado de Sabina. «No tenía sentido trabajar y pagar a a la vez a una persona que la cuidara», explica sincera, al tiempo que detalla su vida diaria. «Nos turnamos para ir a la compra como podemos, pero no hay posibilidad de hacer nada extraordinario como tomarte una cerveza en un bar o irte de vacaciones». Al principio, Soledad salía a hacer la compra con su madre, «pero ya no puede andar, así que si está conmigo, yo tampoco puedo salir, sobre todo ahora que mi suegra está peor».

En su opinión, el sistema de dependencia «está montado para que, mientras esperas, tu familiar se muere». Según su testimonio, «muchas personas me han dicho que al poco de morir su familiar las llamaron para decirles que ya tenían una plaza, ¿no es raro eso?». Soledad está convencida de que el objetivo es «ahorrarse la ayuda que te corresponde» porque, recalca, «saben muy bien que a estas edades no se puede esperar tanto, ni un año ni dos, y tampoco se puede meter uno en la vía judicial porque para cuando salga que tienes razón, ellos ya no están y encima te cuesta a ti el dinero», lamenta, «es todo muy injusto».