La onda expansiva de la revolución rusa se dejó sentir en Córdoba en lo que ha venido a llamarse el trienio bolchevique (1918-20), periodo en el que la población más pauperizada vio aquellos acontecimientos con esperanza, mientras que las élites y la clases acomodadas temían que se extendiera como una mancha de aceite por toda Europa. En la capital cordobesa, el culmen de aquella agitación estalló el 17 de febrero de 1919, donde por primera vez en la historia pudo leerse en una pancarta «¡Viva Andalucía libre!».

Miguel Ángel Peña, profesor de Geografía e Historia del IES Averroes, ha recogido aquella agitación en Andaluces levantados. El trienio bolchevique en Córdoba, un libro que bebe de la fuente de Juan Díaz del Moral, el notario bujalanceño que narró en primera persona las agitaciones campesinas en ese periodo previo a la Segunda República. Asimismo, esta publicación se ha nutrido de la tesis de Antonio Barragán, titulada Conflictividad social y desarticulación política en la provincia de Córdoba 1918-20, que también aborda esa época.

Peña explica que, tras la revolución rusa se vivió un periodo de agitación en toda Europa. «El miedo a que se produjera aquí en España una revolución nunca fue real, porque las clases obreras solo reivindicaban mejoras laborales y salariales. Pero la paranoia fue increíble», comenta Peña, que pone de ejemplo cómo la prensa de la época sostuvo que la huelga de Peñarroya «la habían organizado Anguiano, Besteiro y Lenin».

En esos años, en Córdoba se producen de manera simultánea movilizaciones campesinas, huelgas mineras, paros de trabajadores de oficios como electricistas o zapateros en la capital, trabajadores ferroviarios y de correos, y «hasta las clases medias, profesiones liberales y empleados del Ayuntamiento de Córdoba se incorporan al final para pedir, por ejemplo, poder ir a trabajar con alpargatas, un calzado más económico».

Miguel A. Peña, autor de ‘Andaluces levantados’, de Ed. Atrapasueños. Foto: SÁNCHEZ MORENO

El periodo de mayor agitación se produjo entre el Congreso de Castro (octubre de 1918) y la declaración del estado de guerra en la provincia en mayo de 1919. «En noviembre y diciembre hubo una gran agitación campesina en toda la provincia, aunque los principales conflictos se produjeron en la capital, con una huelga campesina en enero, la manifestación del 17 de febrero y la huelga general en la capital en marzo», explica. La manifestación de la que se cumplen hoy cien años se organizó en solidaridad con unos hechos ocurridos en Granada, «donde se acusaba al alcalde, que pertenecía a una famosa familia caciquil, de haberse quedado con la recaudación del impuesto de consumos, lo que provocó una protesta que acabó con muertos». En Córdoba, los primeros en reaccionar fueron los estudiantes de Veterinaria, que se manifestaron el día 14, y después, el 17, las sociedades obreras convocaron una gran manifestación, que salió de la calle San Fernando para dirigirse hasta el Gobierno Civil. «Aquella manifestación, a la que se le llamó crisis de la subsistencia, tuvo dos motivaciones: intentar hacer ver que las condiciones de vida de los cordobeses eran precarias, la gente no tenía qué echarse a comer, los alquileres eran altos y los salarios estaban estancados, y rechazar el caciquismo», explica Antonio Barragán.

Según algunos periódicos de la época, reunió a más de 2.000 personas (entendemos que ya entonces habría guerra de cifras entre organizadores y fuerzas del orden), concluyó cerca del Círculo de la Amistad, que fue apedreado por algunos participantes. Además, al disolverse, grupos de incontrolados hicieron algunos destrozos en Gondomar y Gran Capitán. «Al llegar a la Victoria, decapitaron una estatua de Antonio Barroso y Castillo y pasearon la cabeza por Gran Capitán», relata Peña. La jornada terminó con algunas detenciones de dirigentes anarquistas como Salvador Cordón, alias Kordhonieff, entre otros. Pero en aquella historia estuvieron ya quienes serían algunos de los dirigentes destacados de la Segunda República en Córdoba, como Francisco Azorín, Eloy Vaquero, a la postre alcalde de la ciudad, o Juan Palomino, dirigente de la UGT a nivel estatal. «Los dirigentes de aquella manifestación terminarán apenas unos años después bien en el exilio, como Azorín o Vaquero, o en el cementerio, como Palomino o Pablo Troyano», añade.

De la importancia de la huella del trienio bolchevique da fe el historiador Eric Hobsbawn, al colocar lo ocurrido en ese periodo en Córdoba a la misma altura de los acontecimientos de Barcelona, con la huelga de la Canadiense con la que los obreros conquistan la jornada de 8 horas; con la República Soviética de Baviera o los consejos obreros en Italia. «Además, el trienio fue fundamental en la configuración del andalucismo, el propio himno incluirá el Andalucía libre y el tierra y libertad». De manera simultánea a estas manifestaciones, entre la burguesía, también se empiezan a mover cosas. El 1 de enero de 1919 Blas Infante redactó el Manifiesto andalucista de Córdoba.

Miguel Ángel Peña considera que, a la postre, las movilizaciones del trienio permitieron mejorar las condiciones laborales y salariales de los obreros, y que «hubo una toma de conciencia de la clase trabajadora». Para Barragán, impulsó «el rechazo de la política de la época como medio para solucionar los problemas de la gente, algo que quedó patente en la alta abstención de las elecciones de junio».